Capítulo 6

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   No era una alucinación. No estaba soñando. Su varita mágica realmente estaba allí con el resto de sus cosas, incluyendo la jaula de su lechuza y su Saeta de Fuego en un rincón del cuarto.

   Era difícil para Harry poder entender lo que estaba sucediendo, porque si esta era una realidad alterna donde no existía la magia, donde las pocas personas con las que habló de ello lo miraron como si necesitara asistencia psiquiátrica urgente, entonces ¿cómo estaba todo eso allí?

   Cuando sus dedos tomaron contacto con la varita dentro del baúl, sintió  un leve cosquilleo, como si le estuviera dando la bienvenida después de un largo tiempo de separación. Era una sensación familiar y desconcertante al mismo tiempo, pero no se detuvo a buscarle una explicación. Ni a eso ni a las imágenes que le llegaron como flash back…

   Había dos niños, uno rubio y el otro moreno, que corrían en el amplio jardín de una casa mientras reían alegremente. Entonces aparecía de detrás de unos árboles una mujer joven de cabellera negra y rizada, que apuntó a ambos niños con una varita curva.

   Si Harry hubiera prestado atención, hubiera reconocido fácilmente a los protagonistas de esa escena. Pero lo que menos hacía Harry últimamente era prestar atención a los pequeños detalles. Tanto así, que lo que estaba viviendo le recordaba su pasada “obsesión” cuando vio que Draco Malfoy estaba actuando en forma extraña, y él se había propuesto descubrir que era un mortífago, aun cuando sus amigos no querían creerlo, haciéndole ver que estaba equivocado y que todo era más bien por una manía hacia su némesis. A fin de cuenta, tras un largo año, había demostrado que sus sospechas eran verdaderas.  Y ahora, sería lo mismo, demostraría que tenía razón.

   Salió de la habitación, varita en mano. No iba a seguir caminando a tientas. No más.

   Bajó a la sala que aún seguía desierta tal como cuando llegó. Tal vez todavía andaban buscándolo, puesto que no lo encontraron en Hogwarts como Dumbledore les avisó.

   Pero entonces escuchó las voces de Snape y Bellatrix en la cocina. Parecía que estaban discutiendo, se los escuchaba exasperados, nerviosos. Con suavidad fue deslizando el pie en cada paso, para poder escuchar lo que hablaban sin que ellos lo oyeran a él.

-Hasta aquí llegué –exclamó Snape, su voz sonando un poco más clara que antes, como si se hubiera acercado a la puerta de la cocina –Ya no puedo seguir fingiendo ser el padre comprensivo. Todo tiene un límite, y ese mocoso ya superó el mío.

-¿Y crees que para mí es mejor? –Contestó Bellatrix –Yo tampoco puedo más –hubo un silencio por unos segundos antes de que volviera hablar, casi en un susurro –Tal vez, deba avisarle al Maestro para terminar con esto de una buena vez.

     Harry sujetó aún más fuerte su varita ante eso último. Lo sabía, pensó, sabía que Voldemort estaba detrás de todo esto. ¿Cómo pudo creer por un momento que no era así? Debió haber sospechado por lo perfecto que parecía todo. Nada real podía ser así de perfecto. Tenía que salir de allí, debió haberlo hecho ni bien tuvo la primera oportunidad, y no quedarse pensando que había encontrado la familia que siempre quiso.

    Dio media vuelta para subir hacia el cuarto donde estaban sus cosas; tomaría su escoba y se largaría de allí.

-Harry.

   Snape acababa de salir de la cocina, su ceño fruncido denotando su enojo. Bellatrix, unos pasos por detrás del hombre, intentaba colocar una sonrisa en su rostro.

> ¿Dónde estabas? –Preguntó el hombre –Nos tenías preocupados. ¡Harry! –Exclamó cuando el muchacho subió las escaleras corriendo sin contestar.

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