Capítulo cuarenta y seis

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~10 de enero, 2021 |Pamplona, España~

Parpadeó un par de veces por si el zumo de naranja del desayuno le había hecho una reacción extraña y respiró hondo, para volver a abrir los ojos y comprobar que seguía allí de verdad.

No era capaz de dejar de mirarla, porque si ya le parecía la persona más guapa del mundo por videollamada, a pesar de los pixeles, en persona se deslumbraba y no sabía ni como tragar su propia saliva sin ahogarse. Se fijó en cada detalle durante aquel instante que sintió que se paraba el mundo a sus pies. Se fijó en lo que le había crecido el pelo en los últimos meses y tuvo que contener la sonrisa al darse cuenta de lo bien que le quedaba aquel pelo chupachups.

-Natalia... – Escuchó la voz de su hermano y salió del trance. – Ella es Alba. – Comentó burlón y la morena rodó los ojos.

Alba que permanecía allí quieta sin decir nada porque también estaba asimilando que la tenía delante y parpadeó un par de veces porque a ella también le parecía la persona más guapa del mundo y respiró algo más tranquila que la cara de reacción de la morena no había sido de pánico o terror al verla allí y que ya empezaba a sonreír.

-Ya sé quién es, cara de culo. – Respondió la morena dando un golpe en el brazo de su hermano y volvió a mirar a la rubia ahora más calmada porque ella también se había reído. – Es que es muy fuerte que tú... – Miró a Alba que se encogió de hombros. – Madre mía... – Dijo moviéndose inquieta sobre sus zapatos.

-Nosotros nos vamos... – Murmuró Santi llevándose a Elena con él, aunque ninguna se había percatado de la presencia de esta. – Cualquier cosa estamos en mi habitación. – Y sin esperar una respuesta que sabían que no iba a llegar, se fueron riéndose por lo bajo.

En medio del salón seguían a casi dos metros de distancia, como si se estuvieran protegiendo de una pandemia mundial, pero mirándose con una intensidad que les hacía temblar en más de una ocasión y fue Natalia la que rompió aquel silencio dando un paso hacia atrás, como si necesitara más oxigeno para no caerse redonda al suelo.

-Madre mía, Alba... – Volvió a musitar sin creérselo. – Eres tú, ¿no? Mis hermanos no me han puesto nada extraño en el zumo y ahora tengo alucinaciones, ¿verdad que no?

-Tócame, Nat. – Le dijo seria estirando el brazo. – Quiero decir, el brazo para que.... para que veas que soy de verdad, sí. – Añadió rápidamente y algo avergonzada al darse cuenta de como había sonado aquello y la morena solo pudo reírse.

-Vale, sí que eres tú. – Dijo mientras estrechaba su mano y la miraba de un poquito más cerca. – Hola, Albi.

No sabían quien estaba sonriendo más cuando Natalia abrió los brazos y Alba dio unos pasos rápidos para esconderse entre ellos, encajando como unas piezas de puzle, tal y como habían sentido en Madrid meses atrás. Se quedaron allí por unos minutos que le supieron a poco cuando se separaron, pero Natalia no quería romper aquel contacto y acunó las mejillas de la rubia entre sus manos.

-Feliz cumple, Nat. – Musitó a centímetros de su boca y la morena sonrió antes de dejar un beso en la frente de la más bajita.

-Feliz cumple, Albi. – Respondió sin desviar la mirada de la boca de la rubia, que había quedado entreabierta por el corte de respiración que le había provocado escucharle decir eso.

Natalia buscó en la mirada de la rubia algo que le dijera que no estaba a punto de cometer el error más grande del mundo al lanzarse de lleno. Y lo encontró. Podía ver el mismo brillo que ella cargaba en los ojos de la rubia y la otra no dudó en hacérselo saber, mirándole la boca de la manera más descarada que supo en aquel instante y la morena se envalentonó y comenzó a acercarse, Alba bajó la mirada a sus pies y la morena paró en seco.

Aviones de papelWhere stories live. Discover now