Capítulo treinta

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~22 de agosto 2020 | Madrid~

Aquella tarde de agosto no pasó desapercibida para ninguna de las tres que recorrían casi de punta a punta una de las calles más ricas de todo Madrid. Y es que no era para menos.

Lo que al principio de la tarde en la cabeza de una parecía ser el principio del fin, había resultado ser el primer vertido de asfalto para la pista de despegue de su propio avioncito, y eso, no era fácil de asimilar.

Por una parte, Marina, miraba sus pies al andar sin ser consciente de las miradas tímidas que volaban sobre su propia altura e intentaba encontrar de la mejor manera que podía, el plan perfecto para que su hermana y aquella morena que le había hecho el día todavía más divertido, fueran novias.

Se podía escuchar su cabecita pensar por encima del ruido de los coches y el silencio de la más pequeña no fue algo que Alba pasara por alto, a pesar de que su propia cabeza fuera a cuatrocientos ochenta kilómetros por hora.

A la mayor de aquellas tres, le estaba costando asimilar la desazón que le provocó que la corta distancia que separaba su brazo del de la otra aumentara por los movimientos inquietos e inocente de la menor.

¿Quieres relajarte un poquito?

Me encantaría, sí.

Natalia quería parar su cabeza, sus preguntas sin respuesta y su impaciencia por tener respuestas de lo que le estaba pasando.

Deja de ser tan intensa.

No puedo, ¿has sentido ese frío cuando se ha alejado?

Si.

Pues eso no es bueno.

No me digas.

Pues ya lo sabes.

Cállate.

-Mira Nat, esta es mi casa. - La sacó de sus pensamientos Marina que se paró dando saltitos delante de una de las vallas. - ¿Quieres ver mi habitación?

-Mini, hoy no puede. - Respondió Alba con tono dulce queriendo evitar así que Marina entrara en una de sus pataletas.

-La próxima vez que venga, ¿vale? - Sonrío tiernamente la morena mirando de reojo a Alba.

- ¿Vas a volver? - Preguntó ilusionada la menor y Alba dejó de respirar.

-Si tu hermana quiere, vuelvo todas las veces que quiera. - Se encogió de hombros y bajó la mirada a sus deportivas.

Eres una bocazas.

Si.

-Seguro que tata quiere, sí. - Respondió sonriente y rodeó con sus pequeños brazos la cintura de la más alta. - Hasta la próxima, Nat.

-Te espero aquí. - Murmuró la morena cuando la más pequeña ya había entrado corriendo y Alba se limitó a asentir y esbozar una sonrisa amarga.


- ¡No te reconozco, Miguel Ángel! - Gritó Rafaela Reche antes de dar un fuerte portazo y dejar al hombre paralizado en mitad del pasillo.

Yo a ti tampoco. Pensó con resignación antes de bajar al salón cabizbajo y escuchar las llaves en la puerta y la risa de la más pequeñas de sus hijas.

Respiró hondo y apuró el paso hasta llegar a la primera planta y sentir como se le zambullía el corazón al verlas juntas delante de sus ojos.

- ¡Papi! - Gritó Marina nada más verle al final de la escalera. - Hemos ido al parque de atracciones. - Corrió a enredarse entre sus brazos y el hombre sonrío satisfecho.

Aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora