Capítulo cincuenta y ocho

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-No me gusta el concepto de rápido que tenéis. - Dijo Daniela divertida desde el asiento del copiloto mientras se ponía el cinturón de seguridad.

-Hola, ¿eh? - Habló Sabela divertida antes de poner el coche en marcha. - ¿Qué tal?

En los asientos de detrás, las Zipi y Zape miraban de brazos cruzados y con cara de pocos amigos a las otras dos que luchaban por contener la risa.

-Voy a dejaros la galería preciosa en una tarde. - Bufó Natalia arreglándose el flequillo.

-Necesitamos más días, señora. - Dijo Daniela girándose para mirarle el gesto de fastidio con el que recorría las calles. - Pero me gusta esa actitud.

- ¿Pero el camión con las cosas no llegaba más tarde? - Preguntó un poco menos borde Alba y Sabela asintió.

-Sí, pero como le cancelaron una entrega... - Comentó la gallega con la vista fija en la carretera. - Nos ha llamado que ya estaba llegando antes de lo previsto.

-Pues que majos... - Masculló entre dientes la morena fijándose en las vistas de la ventanilla.

-Super majos. - Añadió Alba.

Pero ninguna lo escuchó por el estruendo que sonó en plena calle al chocar su coche con otro, y el silencio abrumador que llegó después.

Lo que nos faltaba. Pensaron todas a la vez.

Sabela fue la primera en reaccionar y bajarse del coche a toda velocidad.

- ¿¡Pero usted no ve que tenía la señal de stop!? - Gritó acercándose al otro coche donde el hombre seguía mirando a su alrededor y parecía hablar con alguien. - Joder, que mire como me ha dejado el coche.

-Disculpa, mi hija venía hablándome y... - Se disculpó avergonzado y se quedó mudo al ver a las otras bajarse del coche. - ¿Alba?

- ¿Miguel Ángel? - Dijo confusa la más bajita que se acercó rápidamente y se fijó en la pequeña que iba en el asiento de detrás. - Marina...

- ¡Tata! - Gritó emocionada levantando los brazos. - ¡Sorpresaaa!

- ¿Qué hacéis aquí? - Preguntó sin entender nada y el hombre se encogió de hombros.

-Vamos a dejar de interrumpir el paso y te contamos. - Dijo poniendo el coche en marcha de nuevo segundos antes de que el tráfico comenzara a impacientarse.

Todas volvieron al coche de Sabela en silencio, sin comprender muy bien que había pasado.

-No entiendo nada. - Rompió el silencio Sabela mientras recorría la calle con un faro roto y el lateral aboyado.

-Son mi hermana y mi padre. - Se limitó a decir. - No sé qué hacen aquí.

-Ah, ¿ese era mi suegro y mi...? - Dijo Natalia en voz alta y Alba le miró con los ojos abiertos. - Es una forma de hablar, Albi.

-Una forma de hablar, sí. - Musitó Daniela en el asiento del copiloto.

La gallega le miró de reojo y le dio un codazo para que no dijera nada más mientras recorrían un par de calles y encontraron dos huecos en una zona amarilla donde parar un momento.

-Voy a avisar a los de la galería que tardaremos en llegar. - Dijo Sabela antes de salir del coche y cerrar la puerta rápidamente.

Daniela se cruzó de brazos y suspiró sonoramente llamando la atención de las otras dos que no habían vuelto a intercambiar palabra.

- ¿Qué pasa, Dani? - Preguntó Alba acercándose a la castaña que se giró con un puchero.

-Es guapísima hasta cuando se cabrea, ¿os habéis fijado? - Dijo sin poder contenerse.

Aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora