Capítulo treinta y tres

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~22 de agosto 2020 |Madrid ~

Sabían que las prisas no eran buenas, que subir los peldaños de dos en dos y sin dejarse los dientes en el bordillo, solo era opción para pocos, pero en aquel salón no les importaba.

Ya con los platos vacíos y un nudo en cada estómago, habían vuelto al sofá donde pulsaron de nuevo el play de otro capítulo de Killing Eve, al que tampoco prestaban atención.

El hueco entre ellas se había hecho más pequeño, pero no tanto como les gustaría. La rubia, quería pellizcarle un brazo para asegurarse de que aquel ser humano era real, porque tirar de su propia piel no había funcionado para sacarla de aquella nube, y con suerte, también esconder aquella inseguridad repentina.

Por su parte, la morena ideaba el plan más currado de la historia para volver a acercarse a ella. De vez en cuando se armaba de valentía y la miraba de reojo, asimilando que seguía allí y no había salido corriendo después de aquella sesión de besos que le supo a poco.

El capítulo avanzaba, Villanelle hacía de las suyas y a ninguna de las dos parecía importarle. Alba, se removió incómoda en aquel trozo de sofá que ocupaba, con el quemor en la garganta de estar perdiendo el tiempo. Miró en más de una ocasión de reojo para ver como la más alta, miraba a cualquier parte menos a la pantalla.

- ¿Puedo besarte otra vez? - Rompió el silencio la rubia logrando que Natalia dejara de respirar por un segundo.

Se giró hacia ella, con los ojos bien abiertos y las mejillas sonrojadas por la sorpresa. O quizás por el alcohol que había ingerido.

- ¿Otra vez? - Musitó con un hilo de voz, asimilando aquella información y luchando por controlar el nerviosismo que le recorrió de los pies a la cabeza.

Volver a besar a esta persona, un sueño.

-Solo un poquito. - Comentó divertida, tratando de ocultar su nerviosismo. - Pero que si no, ya me voy contenta a Francia.

-Ven aquí Alba Reche que te voy a comer a besos. - Respondió divertida abriendo sus brazos para esperarla.

La rubia soltó una carcajada de alivio, mientras se ponía de pie y se acercaba con picardía a la más alta que se mordía el labio, aguantando las ganas de lanzarse a aquella boca que parecía llamarla a gritos.

- ¿Puedo? - Preguntó señalando su regazo.

Natalia no dudó en tirar de ella y acabar a centímetros de aquella boca. Bajó la mirada a sus labios e inconscientemente se los relamió con una lentitud que desesperó a Alba.

Atrapó el labio entre sus dientes, dejándose llevar por las ganas de aquel contacto, de reconocer aquella boca como si de un mapa se tratara y dejarse hacer. Porque a veces también estaba bien caer rendida ante algo.

Y ella, ya había caído.

Pero no había sido la única.

Natalia pensaba que se podía deshacer allí mismo en la calidez de aquella boca, en el tacto de su pelo enredado en los pequeños dedos de la otra.

Pero, tenía que seguir consciente para no moverse cual flan bajo el cuerpo de la rubia que parecía haberse propuesto dejarle la boca para enmarcar.

Entre beso y beso, mientras pensaban que así iban a saciar aquellas ganas que no hacían más que crecerles a pasos agigantados, se miraban con los ojos achinados por las sonrisas que se les iba a salir de la cara.

Aprovechaban los tiempos muertos para salvar sus pulmones y se conocían un poco más, hablando de todo y de nada y el número de cervezas seguía aumentando.

En más de una ocasión, habían salido a la cocina en busca de más alcohol, pero al volver, siempre terminaban en la misma posición: Alba sobre el regazo de la morena, como si no tuvieran casi un metro de sofá libre para ellas solas.

-A ver, cuéntame... - Dijo pensativa Natalia, escondiendo su cara en el hueco del cuello de la más bajita.

- ¡Naaat, que me haces cosquillas! - Protestó la rubia alejándose mientras se reía a carcajadas.

-Perdón, perdón. - Se disculpó entre risas volviendo a abrazar el cuerpo de la más bajita que no dudó en responder a aquel abrazo. - ¿Pero me vas a responder?

-Dime, dime. - Respondió estrujándole las mejillas, disfrutando de aquella corta distancia.

- ¿Eres más del Melendi de sus inicios o del actual? - Preguntó muy seria y Alba soltó una carcajada. - Va muy en serio, Reche. - La miró muy seria. - Nuestra movida depende de tu respuesta.

La rubia se mordió la sonrisa, tragándose las ganas de comérsela a besos una vez más. Nuestra movida.

-Huele aire de primaveraaaa. - Canturreó haciendo que la morena sonriera de oreja a oreja. - Tengo alergia en el corazón.

-Voy cantando por la carreteraaaaa. - Se unió la morena sonriente. - De copiloto llevo el sol.

-Y a mí no me hace falta una estrella. - Canturreó contra los labios de la morena, mirándola divertida. - Que me lleve hasta tu portal.

-Como ayer estaba borracho. - Respondió la morena, para rozar aquellos labios de nuevo. - Fui tirando migas de pan....

Se volvieron a besar, una y ochenta veces más en aquel sofá. Sus carcajadas resonaban entre las paredes y sin quererlo, se calentaban un poquito más el alma.

Y así pasaron el resto de la noche, hasta que, de nuevo con un capítulo de Killing Eve de fondo, Alba cayó rendida en el hombro de la morena que no paraba de dejar caricias en su brazo.

Se removió con todo el cuidado del mundo, dejando a Alba tumbada a lo largo del sofá. La miró con ternura, quizás demasiada para llevar tan solo dos días compartiendo oxígeno.

Salió a su habitación, miró su móvil y leyó por encima la conversación de whatsapp de María y Jon. Rodó los ojos, agotada por sus ocurrencias y cogiendo una manta, volvió al salón intentado hacer el menos ruido posible.

Se acercó a la rubia casi de puntillas y mordiéndose la sonrisa al verla con la mejilla aplastada contra el sofá y la cubrió con la manta. Suspiró y tras luchar consigo misma para dejar de mirarla dormir allí mismo, apagó la pantalla y cuando se giró para irse, Alba tiró de su mano.

-Duerme conmigo, Nat.

La rubia se hizo a un lado en aquel estrecho sofá, entreabriendo los ojos para ver como la morena no tardaba nada en aceptar aquella oferta y escurrirse bajo la manta que había levantado para ella.

- ¿Te hago cosquillitas si me escondo aquí? - Preguntó en voz baja señalando un huequito que encontró.

-Ven aquí. - Murmuró rodeando su cintura y pegándola a su cuerpo. - Que te puedes caer y ya estás mayor.

La carcajada de la morena tan cerca, le estremeció el pecho. Se aclaró la garganta buscando algo que le calmara esa sensación.

Esto me está gustando demasiado. Pensó la rubia estrujando a la morena entre sus brazos.

No quiero irme de aquí. Pensó la morena escondiéndose en su pecho.

Pero como todas y todos sabemos, nunca nada es eterno. Y esa paz que se había instalado entre aquellas paredes, tampoco iba a serlo.

Aviones de papelWhere stories live. Discover now