Desilusión

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Por fin ella iba a conocer su artista favorito: un pintor francés que le fascinaba.  Ella sabía de memoria todo sobre él y sobre sus cuadros. Era un día muy especial, porque ella vivía en un país muy pobre y fue muy difícil llegar allí.

Aquella chica pasó meses soñando con ese encuentro. Le escribió una tarjeta decenas de veces, corrigiendo cada palabra. Quería hablarle de la manera más linda posible, pero sentía que todo lo que decía nunca era suficiente.

Cuando por fin estaba frente a él, deseó llorar de emoción, abrazarlo fuerte, gritar de felicidad, pero, solo le saludó distante, como él esperaba que hiciera una desconocida y molestosa fan. Él ni siquiera le sonrió, pero aun así ella fue feliz, solo con su presencia.

Luego de que él firmara su libro de fotografías, ella le pasó tímidamente la tarjeta. Entonces todo se volvió oscuro. Primero las imágenes dejaron de ser nítidas, luego solo eran sombras, y cuando su mamá vio lo que pasaba y le tomó del brazo, relampagueos de luz mostraron para ella lo último que ella vería en su vida: su pintor favorito tirando su tarjeta en la basura con un disimulo ridículamente cruel.

Sí, verlo había sido su último pedido antes de que el glaucoma le dejara invidente. Todos los ahorros de sus padres se gastaron en ello. Y ahora una espada de doble filo le clavaba en su pecho, y ese sorpresivo nuevo dolor, era mucho peor que la misma oscuridad eterna.

 Y ahora una espada de doble filo le clavaba en su pecho, y ese sorpresivo nuevo dolor, era mucho peor que la misma oscuridad eterna

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