Un enfermo.

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Había conocido a muchos profesionales; psicólogos, psiquiatras y demás. A lo largo de toda su vida, y teniendo en cuenta de los sucesos traumáticos en ella, Conway fue tratado en cada ocasión, asegurando su estado mental para seguir ejerciendo un trabajo tan peligroso. Los papeles decían que él estaba en perfectas condiciones mentales; pero la realidad era muy distinta. No fue trabajo fácil saltarse las sesiones a las que era enviado y obtener un diagnostico positivo; pero lo había hecho.

Sus problemas eran suyos y de nadie más, no tenía por qué contarle de sus sentimientos a un desconocido, ventilar sus secretos y confesar sus pensamientos más retorcidos. Era consciente de que no estaba bien, pero aún no sabía cuan profundos eran sus problemas.

En los tiempos en que se crio, no había pausas para visitar a un doctor, de cualquier especialidad. "O aprendes a saltar los obstáculos, o te abandonaran en el camino", solía decirle uno de sus mentores cuando era muy joven para entender del todo sus palabras. Habían calado hondo en él, por mucho tiempo que pasará, y aprendió a ignorar sus heridas.

Aun podía ser un policía, se manejaba bien dentro del CNI, y no era un problema para la sociedad. ¿Por qué debía consultar a un psiquiatra por algo que no era mayor?

Volkov le había convencido de levantarse esa mañana y dejar de quejarse. Nada se arreglaría si seguía evitando las cosas, y perdería su placa para siempre; el ruso tenía razón aunque le costará admitirlo. Ajusto su corbata en el espejo retrovisor, y salió del garaje en su Audi negro mate. El Centro de Salud Mental de Los Santos, adonde le enviaron, quedaba bastante alejado de la ciudad. Al menos, podía tener algo de música y paisaje para relajarse antes de llegar.

Usaba su mejor traje y los lentes oscuros que había comprado recientemente. No quería que pensará que alguno de esos enfermos que babean y se pasan el día viendo la televisión o hablando con las paredes. Era Jack Conway, Superintendente de Los Santos, ex-marine condecorado, ex-agente Black ops del CNI; no era un puto enfermo mental.

Pronto, su lujoso Audi se adentró en los caminos más ocultos de la isla, custodiados por bosques frondosos. Un cartel le anuncio que se estaba acercando, agradeció que el pavimento no se terminará y protegiera los más caros neumáticos que esta ciudad había conocido.

Giró a su derecha y el camino le llevo hasta un guardia custodiando la puerta. Le resultó extraño mostrar su identificación, olvidando cualquiera de sus placas, con las que ni siquiera cargaba. Tuvo autorización de entrar y la confirmación de que le esperaban dentro.

Trataba de imaginar que solo venía a hacer otro de sus trabajos, una infiltración o algo parecido. Esto no era real y no tenía a que temer. Tomó su celular, las llaves y su cartera. Bajó del auto aparentando normalidad, contrastando en su negro con el color blanco del edificio. A la distancia, podía ver a algunos pacientes hacer tareas de cultivo, quizás como una manera de distracción y enseñanza. No quería adentrarse del otro lado de esos alambrados.

"Ya he llegado", envió un mensaje rápido a Viktor, como quien anuncia a su superior que está atrapado en un campo minado. No esperó una respuesta, para entonces su pareja debía estar trabajando, con la dificultad que Jason significaba.

Tomó aire puro de la mañana y se adentró. Una recepcionista se ofreció a ayudarle y ella misma le guio hacia la sala del psiquiatra.

- Jack Conway, ¿Verdad? –extendió su mano el especialista, invitándolo a pasar después.

- Quiero que sea rápido, odio el olor a hospital –se quejó al entrar, sentándose en el diván, negado a recostarse.

- Esto tomará el tiempo que usted tarde en abrirse –sonrió, con una altanería que no gusto a Conway-, y por lo que veo, eso costará mucho.

- No soy una puta princesita que toma té mientras habla de cómo se siente.

Colocándose los lentes correctamente, el extraño le observo, como analizando hasta su respirar.

- Suele pasar a personas que han sido criados en un ambiente tan duro como el militar, Jack.

- No me tutee –le amenazó con la mirada.

- Entiendo. Disculpe, Conway –volvió a sonreír con aquel gesto que comenzaba a molestar en demasía al policía-. Usted si puede tutearme con tranquilidad, mi nombre es Richard. Soy psiquiatra, psicólogo, entre otras cosas, y tengo bastantes años de experiencia –aclaró su garganta y prosiguió-. Acostumbro comenzar por el presente, para saber que nos ha llevado a ser quienes somos; ¿Qué le parece?

Conway suspiró, dándose cuenta de que no era el único en notar el repiqueteo de su pie en el suelo de madera; tenía que tranquilizarse. Se cruzó de brazos y observó al hombre sentado en el otro sofá.

- Solo le advierto, que se va a poner feo.





En comisaría, había un ambiente totalmente amargo, más fuerte que los cafés que Conway se tomaba. Nadie parecía estar de acuerdo con las nuevas reglas y el humor de todos los agentes estaba por el suelo. No había mucho que hacer ese día, pero Jason los tenías corriendo de aquí a allá con tonterías. Patrullaban, atendían denuncias tontas, y el resto se había convertido en parquímetros andantes.

- Quítate esa mierda –ordenó por enésima vez su nuevo superior a Horacio.

Se la habían pasado peleando desde que el mayor llegó en la mañana, se encontraron, y comenzaron una guerra por la cresta que el subinspector tenía. No era la primera ni la última discusión que existía; Torrente, Diego, Yuu, entre otros habían sido reprendidos por el suplente del Superintendente.

Volkov, en cambio, era arrastrado a hacer cualquier tontería que se cruzará por la cabeza del mayor. En vez de estar al pendiente de su malla, fue obligado a comprar el almuerzo de su superior, quien le esperaba en el comedor. Horacio salió del mismo a paso firmó, ardiendo en ira y refunfuñando que Conway iba a enterarse de esa mierda.

Más tarde, tal como lo había hecho ayer, Greco y él hablarían con la malla para intentar calmar las aguas al menos un poco, y que supieran que sería algo temporal.

- Oí que al fin aceptaste lo mucho que te gusta chupársela a Jacky –dijo, con un muy mal hablar, Jason.

- Mi vida privada y la del Superintendente no tienen relación alguna con el CNP.

- Era obvio –continuó pinchándole-. Tú y el morenito siempre estaban lamiéndole las patas.

- No hable de mi difunto compañero, si es tan amable.

- ¿Qué? ¿También te comías al búlgaro, rusito?

Respirar y aguantar. Había pasado por torturas psicológicas y físicas mucho peores que esta, podía superarlo. No sería un problema para él, quizás sí una molestia constante. Pero su mayor preocupación, al igual que la de su compañero, era la malla. ¿Cuántos de ellos desistirían de soportar esto? Conway era un sujeto difícil también, pero de maneras muy diferentes a Jason. El suplente solo venía a molestar, su deber no tenía nada que ver con liderar.

- Seguro te follaste a media comisaría –afirmó sin evidencia alguna Walsh.

Firme, impecable, inmutable; Volkov le escuchó intentar molestarlo cada día. 

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