Caso cerrado.

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El marcador rojo se extendió por la pizarra, dibujando una flecha, de la única imagen que tenía del Calavera hasta un nombre en el centro de toda su investigación. Aquel espacio siempre se mantuvo como una incógnita por resolver, hasta ahora. El círculo vacío tenía un nombre dentro, se sentía surrealista.

Casi había olvidado ese nombre, lejano en su memoria, de años que desearía poder dejar atrás. Mordió sus labios que intentaban reproducir nuevamente esa palabra, pero aún no se sentía listo para volver a llamarle. Ya no lo haría con el mismo anhelo con el cual lo hizo la última vez que sus destinos convivieron. Lo único que podía sentir al pensar en esa persona, era la sangre de sus agentes, de Ivanov; y la constante amenaza a Volkov.

Su corazón herido buscaba una explicación diferente, que estuviese confundido en su razonamiento. Pero no era así, esto era real, y la persona que una vez fue su amigo, le odiaba y también odiaba a todo lo que le rodeaba. Lo sentía como un desconocido; y le confundía tanto el saber que su mejor amigo y su enemigo tenían el mismo rostro.

Puso la tapa en su lugar y presionó hasta escuchar el clic. Podía decirse que el caso estaba cerrado, con los nombres de quien necesitaba, evidencias por todas partes y suficientes delitos como para merecer la sentencia de muerte a manos del CNI.

Sin embargo, el CNI había decidido abandonarle o actuar a su manera sino apresuraba su paso. El CNP era un niño en pañales en esta situación, incapaz de comprender cuan peligroso era; y Conway no era capaz de arriesgarlos.

Tendría que actuar, sin pensar, sin dudar. No había más pruebas que buscar, ni excusas para seguir pensándolo.

- ¿Cerveza? –le ofreció Freddy, acercándose desde la cocina.

Aceptó su oferta, y ambos compartieron la vista de una investigación de meses finalmente terminada. Tenían ante ellos al rey enemigo, vistiendo su corona de espinas, espinas de un pasado que Conway conocía. Solo quedaba actuar.

- ¿Cuándo lo quieres hacer? Sé dónde pasa sus tardes el muchacho –sonrió Freddy, dando un trago largo a lo último que le quedaba de cerveza.

- Mañana mismo, lo antes posible. Si mueve sus trebejos primero, siento que estamos en jaque.

- Es muy probable –afirmó el otro-. Nos armamos hasta los dientes mañana, le doy caza y tú te encargas del golpe final.

En los marines le enseñaron a improvisar sobre la marcha, el CNP le acostumbro a planear sus batallas por el bien de sus policías. Freddy le entregaba un objetivo y juntos improvisaban en medio de la guerra, y por eso, no se arrepentía de haberle elegido. Ahora solo estaban ellos dos contra una mafia mucho más organizada y precavida que ninguna. Sus recursos eran mínimos, y su única virtud eran sus habilidades e inteligencias.

- Creo que es hora de irme –miró su reloj con sorpresa, dándose cuenta que ya casi era momento para el amanecer-. Ya sabes, me llamas y arreglamos, neno.

- Te acompaño a la salida, tengo que ir al norte a por las armas.

Su rostro cubierto por gafas oscuras y una gorra, protegían la identidad del infiltrado. Conway iba con más libertad, preparando su cigarrillo para prenderlo en cuanto llegase a la puerta. Llegaron a la entrada, desde donde Freddy tendría que caminar hasta donde estaba su moto.

- Nos hablamos –saludó Conway.

- Ten cuidado.

Trucazo camino hacia la derecha del edificio, por la oscura acera de fundidas luces. Jack encendió su cigarrillo, expirando suave el humo, mientras veía al otro alejarse. Tomaría su motocicleta y se iría al norte lo antes posible, para estar listos por la mañana, trazar un plan y atacar.

- Hola, Jackie.

La voz lo tomó por sorpresa totalmente, nunca antes había estado tan relajado como en ese momento. Un golpe certero le alejo un tanto de la realidad, tirándolo al suelo.

- ¡Conway! –escuchó gritar a Freddy desde la distancia.

Los disparos a ambos lados retumbaron en sus oídos mientras trataba de virar hacía su socio. Lo logró, pero solo le vio caer.




Se supone que la alarma de su celular sonaría una hora más tarde, pero lo escuchaba sonar insistentemente sobre la mesa de luz. Estiró la mano y vio la llamada de un número desconocido.

- Hola –respondió su voz rasposa.

- Almendra, sé que no me conoces más que como un criminal, y me importa una mierda eso –habló el extraño rápidamente, sin esperar una contestación-. Se llevaron a Conway y no hay nada más a quien pueda llamar, aunque se enfade. No alcance a ver al tipo, es un auto gris creo, patente BTY 104.

- ¿Quién demonios habla? –dijo ya más alterado, poniéndose de pie en busca de ropa.

- Soy Freddy Trucazo. Sino es mucha molestia, me serviría una ambulancia, me abrieron las tripas, chorbo.

La llamada fue finalizada y le llegó una ubicación, era conocido el edificio en que vivía Conway. Ni siquiera sabía dónde podía estar, pero yaquería correr a su encuentro. Sabía quien lo tenía y podía deducir el porqué.Si este era el final, no podía permitir que acabará de la forma en que elasesino lo planeaba. Se vistió con rapidez y salió de allí hacía la comisaria.

- Comisario Volkov a todas las unidades. Activamos alerta roja, el Superintendente Conway ha sido secuestrado.




Lo siguiente de lo que fue consciente, era de la superficie fría y lisa contra su mejilla. Su cuerpo temblaba de frío sobre el suelo, aferrado a sí mismo en un intento de autopreservación. Sus brazos estaban bien ajustados tras él, con esposas que lastimaban.

- Buenos días, princesa

Alguien se entrometió en su visión del mundo y reconoció aquella mascara. Calavera.

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