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Phoebe ha cumplido con su palabra

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Phoebe ha cumplido con su palabra. Ha marchado desde muy temprano. Sobre la mesa hay unos panqueques, una nota que reza suerte y un vaso con leche. Lyra se sienta y come con parsimonia, disfrutando cada segundo a lo que sabe el amor de madre. Al terminar continúa con la rutina y marcha al IVB. Ese día se le antoja especialmente pesado. Difícil. No sabe si se debe a la ausencia de Phoebe y que sabe ahora será más pronunciada o es que la suma de penas que Lyra ha tenido que pasar lo que finalmente le cobra factura. Por ventura, las horas pasan rápido y pronto se encuentra con Diana en las prácticas. Es viernes, así que pese a la desazón con la que ha cargado desde la mañana no puede evitar sentirse un poco feliz. No, feliz no, aliviada por sobrevivir.

A veces... a Lyra le parece que la vida es demasiado pesada. Y no se refiere al hecho de tener que lidiar con los matones y abusadores de la escuela, tampoco a las extenuantes tareas ni mucho menos al esfuerzo físico, sino a la falta de... ganas de vivir. A veces Lyra solo quisiera desaparecer y no tener que pensar, que esforzarse, que vivir. Es algo absurdo y peligroso, sabe que el solo pensar en ello implica ciertos problemas, pero es incapaz de verlo como tal, tan solo es una impresión. La impresión de que la vida es muy difícil de vivir y que la muerte debe ser la cosa más sencilla en toda ella. A veces... A veces solo le gustaría jamás haber nacido.

Tiene un acceso de culpa como siempre lo tiene cada que concibe esas ideas. Por Phoebe, y es que quizá si Phoebe no existiera ella no tendría ni siquiera energía para levantarse de la cama. En ocasiones le asombra la volatilidad de sus sentimientos. Un día está toda ilusionada con acudir al renombrado IVB y al otro no tiene ganas ni de comer.

—¿Y ya decidiste? —Diana hace un saque precioso.

Los lúgubres pensamientos de Lyra no impiden que aprecie le habilidad de su amiga.

—¿Sobre qué? —pregunta con dificultad a la par que intenta salvar el balón.

Como es de imaginarse no lo consigue y corre por él, ha perdido.

—La fiesta.

—¿Fiesta? —repite sin entender y lanza el balón.

Diana rueda los ojos y no hace intento por responder al ataque, en su lugar se acerca, la toma del codo con suavidad y la conduce a las gradas. Lyra ve al entrenador negar por lo bajo, pero no pronuncia queja alguna. Sufre de otro ramalazo de culpa.

—De Halloween, te lo dije ayer —se queja como si fuera una niña de seis años.

Y por increíble que parezca a Lyra no le molesta la actitud pueril, de hecho, le da algo de ternura. Ríe. Diana es como una bolita de algodón.

—No iré.

—¿Por qué? —Su amiga saca una botella de agua y bebe la mitad.

—Porque tengo mucha tarea. —Imita a su compañera y toma de su propio envase.

[Completa] En manos de la ÉliteWhere stories live. Discover now