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Lyra abre su casillero para tomar su ropa deportiva. Sus ojos caen sin poder evitarlo en la bolsita de chocolates que Erik le ha regalado el día anterior. Suspira. No se los ha comido por tres sencillas razones: uno, podrían estar envenenados; dos, no le gustan los chocolates; tres, si se los come no habrá constancia de que ese momento sucedió, y no quiere sufrir de lagunas mentales. E incluso ahora viendo el obsequio todavía le parece un sueño.

Cierra el casillero y avanza al gimnasio. Hay dos caminos para llegar. El primero es por la puerta principal del edificio y de allí caminar hasta el otro, el segundo es tomar la salida trasera y atravesar un pequeño jardín. Ve el reloj en la pared, tiene tiempo para cualquiera. La segunda opción es más larga, pero menos concurrida, de cierto modo avanzará más rápido.

Se desvía y se dirige a la puerta trasera. Lyra camina con parsimonia. No hay gente así que se permite disfrutar del entorno; sin embargo, la dicha le dura bien poco. Una sonrisa lasciva se dibuja en Aarón cuando se la encuentra de frente en una esquina. Lyra intenta rodearlo, pero le muchacho la toma del brazo y la empotra en la pared. El golpe no es tan fuerte para hacer que sus pulmones pierdan el aire; no obstante, la simple acción lo hace.

Aarón la sostiene del hombro con la mano izquierda, su largo pulgar presiona tan fuerte la piel de Lyra que hasta el más mínimo movimiento le duele; con la mano derecha el chico saca su celular y teclea. Entonces, le muestra un video de ella con las piernas al aire, viendo cómo la falda se quema. Una vez más, Lyra se siente humillada.

—No sabía que tenías tan buenas piernas. —Aarón regresa el celular al bolsillo de su pantalón y ante los movimientos de Lyra para zafarse él aprieta con la mano derecha una de sus muñecas contra la pared.

Muerde la carne blanda de su cavidad bucal. Pese a la situación y el dolor en su pecho, su pulso es casi constante, apenas por encima del de minutos antes. De algún modo, Lyra ya esperaba eso de Aarón, y a ciencia cierta le ha tomado bastante, tanto que empezaba a albergar la esperanza de que el muchacho lo hubiese olvidado. Tal vez ese es otro método de tortura, dejar que la víctima se confíe y luego llegar y robarle la tranquilidad.

—Suéltame.

—En esta situación, Lyra, tú puedes pedir y pedir, pero yo decido si te lo doy a o no.

—¿Qué se supone que quieres? ¿Que me hinque como lo estaba Avery?

Aarón ríe.

—Me gusta más como estás ahora. Alerta y con las garras exhibidas, gatita. Siempre me han gustado los felinos. Hay algo enigmático en ellos, ese modo perezoso que tienen de andar y esa presteza a pelear que esconden bajo esa fachada tierna. —Aarón acerca el rostro a cada segundo—. ¿Eres así, gatita? ¿Haces honor a tu sobrenombre?

La muñeca izquierda de Lyra es liberada, y pronto siente la mano de Aarón entre sus piernas buscando su interior, mientras su nariz cosquillea en la curva de su cuello. Lyra lleva la mano libre hasta la del muchacho para alejarla, se gana una risa ronca y él retrocede unos centímetros. Sus pupilas están dilatadas.

[Completa] En manos de la ÉliteWhere stories live. Discover now