26|Dolor

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Todo en mí arde como si el fuego estuviera a punto de consumirme

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Todo en mí arde como si el fuego estuviera a punto de consumirme. En algunos momentos siento que en cuestión de segundos me quedaré sin aire y me siento desfallecer. Poco a poco, mis fuerzas se van gastando y ya no sé como es que aún sigo de pie, o bueno... sí lo sé.

Maya está sosteniéndome.

Da suaves caricias a mi mano mientras, soltando un mar de lágrimas imparables y esforzándose por no soltar un sollozo lastimero, mira a un punto fijo que yo me resigno a mirar. Preferiría verla a ella, pero mientras esté así de triste, tampoco me creo capaz de ser un espectador de su tristeza y no poder hacer nada al respecto. Y es que si ella está triste, yo no sé ni siquiera que nombre darle a este dolor que arrasa conmigo desde lo más profundo de mi ser. Lo irónico es que el día está tan hermoso, que podría ser uno de esos en los que las familias deciden hacer una barbacoa, ir al parque de diversiones o a la playa.

Yo sólo quiero llorar.

Sin embargo, no lo voy a hacer. Me niego a llorar, porque no es lo que ella hubiese querido. Me lo pidió. Lo hizo mientras tomaba mi mano y me sonreía débilmente. Le prometí que no lo haría, pero no se cuanto más aguantaré. Juro que me duele la cabeza.

Para evitar llorar, me obligo a pensar en otra cosa, como en que comienzo a creer que todo tiene sentido. Sí. El día está hermoso, porque aunque yo estoy tragándome mis lágrimas por el dolor, el cielo, o cualquier lugar que la esté recibiendo justo ahora, está de fiesta. Está de jodido Tomorrowland porque a sus puertas ha llegado el alma del ser más espléndido, honesto, dulce y precioso que jamás pudo alguien conocer en esta tierra. Al final no soy tan fuerte, porque mi mirada vuelve a desviarse al punto que tiene la atención de Maya. Una cuadrícula pequeña plantada en el piso con una escritura de letras tan grises que hace que mi corazón sea exprimido por unas manos invisibles como su fuera un trapo.

Tomo una inhalación y leo.

Marina Rodriguez
1969 - 2021
Ejemplar madre, esposa, e hija

—Oliver —susurra Maya en mi oído.

—¿Uhm?

—Oli, deberías descansar. El entierro fue hace más de media hora y todos se han ido.

Me volteo hacia ella y observo sus preciosos ojos castaños con los míos. Asiento.

—Vamos.

Entrelazo nuestras manos y nos llevo hacia mi auto. En en camino, sólo hay silencio. Ni siquiera mi pequeña berrinchuda se ha atrevido a hacer un chiste para animarme, pero se lo agradezco, porque ya no sé qué pensar. Miles de recuerdos vienen como flashes a mi cabeza y agito mi cabeza para tratar de despejarlos.

<<No llores, se lo prometiste>>.

Oli, ¿estás bien? —sonrío con amargura.

Detrás de mi cuadernoWhere stories live. Discover now