15| Psicópata acosadora condenadamente sexi

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Ya casi llegamos al mes de noviembre y estamos todos al borde del colapso por tantas tareas que están mandando los profesores

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Ya casi llegamos al mes de noviembre y estamos todos al borde del colapso por tantas tareas que están mandando los profesores. Aún falta poco más de un mes para que inicien las vacaciones de navidad, pero de todas maneras se empeñan en acabar con nuestra cordura con anticipación. Esta mañana he tenido un examen de matemática y como buena estudiante que soy —Guiño, guiño— me encuentro ideando maneras bonitas de decirle a mamá que probablemente lo reprobaré. Matemáticas no es mi peor materia, pero tampoco es la mejor. De todos modos, me recuperaré en la siguiente evaluación.

A eso me quiero aferrar, así como lo hago a la idea de que Oliver me de la atención que quiero de él, algún día. Muy, muy lejano.

Patética.

No he podido parar de pensar en él desde que lo vi en el gimnasio; el chico tiene un cuerpo de infarto. Las últimas veces que nos hemos visto en la escuela y nos hemos reunido, una imagen suya sin camiseta vuela por cada dimensión de mi cabeza. Voy a enloquecer.

Ahora mismo estoy yendo hacia mi casillero para dejar mis libros de literatura. Gracias al cielo, las clases por hoy han acabado y mañana es sábado, por lo que la alegría se puede sentir en el aire. Cierro mi cubículo y me doy vuelta para posar mi espalda sobre el mientras espero a que baje la marea de estudiantes. Frente a mí, pasa Stephan con una chica rubia pisándole los talones. Él le guiña un ojo antes de llevar su mirada hacia mí y sonreírme con malicia. Respiro profundo. Siento pena por la pobre.

—¿Problemas en el paraíso? —Suelto un gritito de espanto al escuchar una suave y masculina voz justo a mi lado.

—¡¿Cuándo demonios dejarás de intentar provocarme un infarto?! —vocifero con la mano en mi pecho que sube y baja aceleradamente. Oliver ríe abiertamente. Esta es una de esas pocas veces en la que lo hace, así que disfruto del momento.

Una vez que su ataque de risa acaba, suspira. Sus ojos van hacia sus manos, que hace jugar entre ellas. Mi impulso me dice que las separe para que su jugueteo continúe con una de las mías, pero me contengo. <<Recuerda, Maya: "actúa normal">>.

No respondiste mi pregunta. —Mi ceño se frunce.

—¿Cuál pregunta? —inquiero. Oliver abre su boca y la vuelve a cerrar, como si estuviera luchando consigo mismo para decir o no decir algo.

—Nada, olvídalo —dice, algo abatido.

Pero yo no quiero olvidarlo.

Piensa, cerebro. ¡Piensa!

Yo estaba recostada sobre mi casillero y su voz me asustó cuando... Oh.

Detrás de mi cuadernoWhere stories live. Discover now