27|Hora de cambios

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Había pasado ya un mes desde la muerte de la señora Marina

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Había pasado ya un mes desde la muerte de la señora Marina. Oliver tuvo que irse a vivir con su padre y ahora que conoce ciertas cosas de las que antes no tenía idea, está un poco más en paz con el señor Brandom, o al menos, eso intenta. La falta de su madre era notable incluso para mí, que recién me estaba inmiscuyendo en sus vidas, así que por supuesto que Oliver aún está destrozado. A veces lo veo llorar en silencio, o está más apagado que de costumbre. Es ahí cuando decido tomar su mano, brindarle una sonrisa y llenarlo de besos, aunque, claro... siempre quiero llenarlo de besos.

Como ahora, por ejemplo, en un intento de convencerlo de que se pruebe la ropa que elegí para él. Sonrío y le extiendo la camiseta y los jeans. Sus preciosos ojos oceánicos me examinan mientras cruza sus brazos.

—No, ni de chiste.

Mi sonrisa cae.

—Pe-pero... ¡¿Por qué?! Ay, Oli, por favor...

—No.

Dejo las prendas sobre uno de los percheros y me acerco a él.

—Oliver... —Gira su cabeza para ver hacia la entrada del establecimiento, pero yo le tomo el rostro para hacer que se enfoque en mí.

—Maya, no creo estar preparado para ir a la escuela vestido... así. —Enarco una ceja.

—¿Así cómo? ¿Guapo? ¿Espectacular? ¿Divino? ¿Dios del olimpo? ¿Arrebatador de alientos? —Su carcajada no se hace esperar.

Dios, su risa...

—Así que... —Mira hacia el piso un segundo antes de sonreír ladino y volver a mirarme a mí, para tomar mi cintura y acercarme a él. Nuestras narices rozan y sonrío ante la sensación—. ¿Para ti soy guapo, espectacular, divino, Dios griego y arrebatador de aliento?

Enredo una mano en su sedoso cabello y empujo su cabeza hacia mí para unir nuestros labios en un dulce beso. Al separarnos, me aseguro de que me mire a los ojos.

—Para mí eres eso y más. Aunque mi yo posesiva dice que eres mi novio y que no quiere que despiertes ningún tipo de deseo en las chicas, o incluso chicos, mi yo sensata sabe que es hora de que salgas del cascarón. —Toco su nariz respingona y me deleito cuando sus mejillas toman un poco de color.

Quiero comérmelo a besos.

—¿No se supone que primero debes presentarte en el concurso de talentos? —pregunta con burla.

—No empieces, sabes que lo haré. Quien verdaderamente ha estado reacio a cumplir esta apuesta has sido tú, Oli —le recrimino.

Incluso aunque yo no me quede atrás. Creo que... hay algunas cosas que a todos nos gusta mantener bajo llave y bajo el resguardo de un contrato mental firmado bajo la premisa: "Si lo descubren, gano, y si no, también gano". Sin embargo, si este es el precio a pagar por el cambio de Oliver, lo haría hasta tres veces.

Detrás de mi cuadernoWhere stories live. Discover now