9. Puerco

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Noviembre de 2014

Mi cumpleaños se acerca tan rápido que me dan ganas de vomitar mi desayuno, es evidente que no me emociona, pero papá está organizando una enorme fiesta para que todos sepan que su niña ya tiene dieciocho y seguirá los pasos de su padre como una exitosa abogada en su propio bufete que heredará algún día, a diferencia de Isabella que desafió sus órdenes y eligió estudiar medicina.

—Gwendoline, ¿En dónde quieres esto?

—Da igual, pregúntale a papá.

Los dieciocho son una edad que le emocionaron a todo mi círculo de amigos, Becca organizó un viaje junto a algunas amigas, Ross y su hermana hicieron una fiesta en grande, incluso Blake, que tuvo que compartir fiesta con Abigail por un capricho, disfrutó su cumpleaños con una fiesta elegante. Es básico en adolescentes disfrutar su independencia, pero lo que yo veo es un número que me amenaza con quitarme la libertad que apenas poseo.

—¿Te aceptaron en la universidad? —pregunta Isabella.

—En ambas.

Leyes y marketing son dos carreras tan distintas, una es el sueño de mi vida, la otra el de mi padre.

—¿Sabes cuál elegirás?

—Si.

Suspiro mirando fotografías del campus de la universidad de New York, en donde planeo estudiar marketing. Sé que mi padre estará decepcionado y enojado durante algunos días, pero hace una semana decidí que quiero seguir mis sueños a pesar de lo mucho que le duela.

—¿Y ya le dijiste?

—Será mejor esperar después de la fiesta.

—Claro, para divertirnos un poco antes de la explosión.

—No habrá explosión —cierro la computadora—, él va a aceptar mi decisión porque me ama y quiere que sea feliz.

—Seguro —ríe—. ¿Tenemos el mismo padre?

—Debo irme —intento no pensar mucho en el tema.

—¿Ya le dijiste a Blake?

—A eso voy.

Blake entró a la universidad de Washington en la facultad de psicología, está emocionado, pero la carrera no parece apasionarle mucho, así que todos esperamos que se cambie de carrera en cuanto vea que simplemente no es para él. Yo solo espero que la distancia no le haga daño a nuestra relación.

—Buenos días —saludo a Ryan, el chofer.

Le entrego el pedazo diario de barra energética de chocolate que hemos compartido desde que tenía seis años e intentaba tranquilizarme después de llorar todo el viaje desde Canadá, cuando Melinda me abandonó y no tenía nada más que a mi padre, a Isabella y a Ryan.

—Buenos días, Renee —me llama por mi segundo nombre y toma la barra—. ¿A dónde quieres ir?

—A la residencia Hawckett.

Ryan ha estado con mi padre desde la muerte de mi tío, fue su chofer y mejor amigo, así que mi padre decidió contratarlo para que permaneciera en la familia, desde entonces es como mi segundo padre.

—Hay algo de lo que quería hablarte.

—No me digas que te pones a dieta —bromeo—, porque no comeré barras saludables, eso ni siquiera es chocolate.

—Es sobre mi empleo.

Mi corazón palpita emocionado, ¿Será que mi padre por fin lo ascendió? Eso quiere decir que no habrá más barras compartidas, pero al menos tendrá lo que merece desde hace años.

Jugando Sin ReglasWhere stories live. Discover now