26. Lavadora

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Enciendo la lavadora después de meter una gran pila de ropa blanca y me siento frente a ella en una silla azul que April siempre tiene aquí, es lo bastante cómoda para sentarme aquí por horas, lo que siempre me hace plantearme la idea de llevarla a mi habitación, pero April la adora tanto que prefiero venir aquí cada que tengo ganas de leer.

—Gwen —me llama Maddie—, mira esto.

La veo bajar las escaleras sosteniendo el precioso vestido rojo que usó en su cumpleaños. Dejo mi libro en la lavadora y me incorporo.

—¿Irás a la fiesta?

—No, idiota —ríe—, es para ti.

—No —niego con la cabeza—, sabes que no...

—No quiero escucharte.

—Maddie, yo no uso este tipo de vestidos.

—Pues deberías, nadie se vería tan linda como tu —sonríe—, excepto yo.

Deja el vestido sobre el mueble café al lado de la lavadora que estoy usando y se sienta sobre otra lavadora.

—¿Por qué no irás a la fiesta?

—Porque no tengo ganas —arruga la nariz.

—¿Y no será porque sabes que Jack estará toda la noche en su oficina?

Maddie abre los ojos muy grandes y salta de la lavadora.

—Puede que sea una de las razones —ríe—, pero no la principal.

—Maddie, tiene veinticinco —niego con la cabeza —, su madre estuvo a punto de casarse con papá —alzo las cejas—, podría ser tu hermano.

—Ni siquiera me hagas pensarlo —cierra los ojos y hace una mueca—. Mejor cuéntame sobre mi nuevo cuñado.

—¿Qué nuevo cuñado? —arrugo la frente.

—Demien —sonríe—. ¿Serás Gwen Masterson o Gwen Laughlin-Masterson?

—Gwen Laughlin —río—, no me voy a casar con Demien y no es tu nuevo cuñado.

—¿Por? —hace un puchero—. Él me cae bien, mucho mejor que Blake.

—Todos te caen mejor que Blake —me cruzo de brazos.

—Todo el que te trate bien me cae mejor que Blake.

Estoy a punto de hablar cuando el estruendoso ruido de la puerta se escucha arriba, acompañado de las voces de April y por supuesto, la única persona que faltaba, Demien.

—Ese es... —me mira con una sonrisa.

—Shhh.

Trato de estar atenta a lo que ocurre arriba, pero no hablan lo suficientemente alto como para escuchar cada palabra. Lo escucho hasta que sus pasos están cerca.

—Viene para acá —susurra.

—Lo sé —me levanto de un salto—. ¿Cómo me veo?

—Bien —sonríe falsamente.

Llevo un vestido viejo demasiado corto y calcetines largos con dibujos animados cubiertos por mis pantuflas de gato, además de un chongo disparejo con varios mechones saliéndose, y ni hablar de mi ropa interior de perritos, ¿por qué me preocupo por mi ropa interior?

Sacudo la cabeza cuando las escaleras crujen por sus pasos y Maddie me sonríe enormemente.

—Saldré por atrás —señala la puerta que guía hacia el jardín.

—No, quédate aquí.

—Suerte —besa mi mejilla antes de desaparecer.

—¿Gwen?

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