33. Cobarde

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Hay un tenebroso silencio en la habitación que me pone los nervios al cien, quiero poner música, pero mis piernas se niegan a moverse, mis labios están tan secos que creo que dejaron de funcionar hace mucho tiempo, todo alrededor de mí es un poco loco, un poco triste, casi desgarrador. Estuve toda la noche en la misma posición, no quise ir al trabajo ni hablar con nadie, ni siquiera he comido o bebido agua, aun así, no he sentido hambre o sed, solo me siento vacía.

El techo tiene la marca de mi pelota azul, llevo tantos años golpeándolo con ella que era muy extraño no haber visto la marca hasta ahora, supongo que lleva mucho más tiempo ahí de lo que creo.

—¡Gwen! —mi padre entra a mi habitación con muchos papeles en las manos—. ¿Qué haces aquí?

Giro la cabeza hacia la ventana y noto los rayos del sol entrando a mi cuarto aun con la ventana cerrada, deben ser las doce. Me encojo de hombros y vuelvo a mirar el techo.

—¿Qué ocurre? —niego con la cabeza—. ¿No vas a hablar? —repito el movimiento—. ¿Es una clase de huelga?

—No —lo miro.

Hablar me desgarra la garganta y mi voz suena espantosa.

—¿Entonces? —se sienta a mi lado—. ¿No quieres hablar conmigo y con tu madre sí?

—¿Qué? —arrugo las cejas—. ¿Cómo sabes?

—Isabella me dijo.

—¿Cómo sabe Isabella?

—Ella la llamó.

Vuelvo a mirar el techo sin darle mucha importancia.

—Gwen, háblame.

—¿No escuchas mi voz? Estoy indispuesta.

—¿Y no piensas ir a trabajar?

—Odio trabajar —admito por fin.

—Vaya —suspira—, esperaba a que lo dijeras.

—¿Qué? —vuelvo a mirarlo.

—Hija, sé que odias el trabajo —acaricia mi cabello—, todos lo saben.

—¿Por qué no dijiste nada?

—Porque esperaba a que lo dijeras tú, como todo lo que ocurre en tu vida.

—Lo siento.

—De todos modos, tienes que levantarte.

—¿Por qué?

—Debes ir a vaciar tu oficina, ir a la prueba de vestidos de la boda de Abby...

—¿Me estas corriendo?

—Si —besa mi frente—. Vamos, levántate.

Mi papá sale de mi habitación sin decir otra palabra, me hace sentir menos vacía, como si hubiera llenado mi vacío con algo bueno, algo liberador. Lo que no me agradó fue la prueba de vestidos.

Me levanto de mi cama y me preparo un baño mientras pienso en las excusas que puedo usar para no ir con Abigail, preparo la ropa que usaré para salir después de quedarme todo el día de ayer recluida y checo mi calendario después de mucho tiempo de no tachar los días.

3 de octubre, sería día de usar rosa si no fuera sábado.

—¿Gwen? —Maddie toca la puerta.

—Adelante.

Ella entra con su cabello amarrado en un chongo desordenado y varias cajas de cartón dobladas en los brazos, Chasie entra detrás de ella haciendo que la campanita de su cuello suene.

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