47. Gian Lucca

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Linton les dio el encuentro después de que les entregaron sus certificados de vuelo en una pequeña oficina de la misma marca de la empresa de paseos de globo aerostático. Era un papel altamente propagandístico, pero a Mía le gustó porque tenía sus nombres y una foto de la aeronave, así que decidió conservarlo, junto con las espectaculares fotos que se tomaron durante el paseo. Sin embargo, su souvenir más valioso fue ese primer beso con Gian Lucca, al que le siguieron muchos más. Cualquier excusa era buena para besarse otra vez. Linton sonrío al verlos abrazados acercándose al auto; efectivamente, se comportaban como dos adolescentes con las hormonas alteradas, pues tenían estampadas sonrisas de oreja a oreja.

— ¿Cómo les fue? — preguntó Linton aunque ya conocía la respuesta.

— Rebién — contestó Gian Lucca subiendo al vehículo.

— ¿Ahora, Shian? ¿A almorzar? — quiso confirmar.

— Sí, pero quisiera hacer una parada en alguna librería — comentó. — ¿Conocés alguna cerca al restaurante?

— ¡Sí! Scorpio Books es la mejor y está cerca — sugirió Linton.

— Perfecto, vamos para allá — aprobó.

— ¿Una librería? — preguntó Mía.

— Será solo un momento, pero si preferís ir directo al hotel... — empezó a decirle Gian Lucca acariciándole la mano.

— Sí, normal, vamos a donde tú quieras — confirmó ella y agregó mirándolo de forma sugestiva: — Pero me gustaría... ¿Puedo...?

— Claro, vení — respondió él leyéndole la mente. Mía se desabrochó el cinturón de seguridad y se sentó en su regazo. — Pero eso sí, cuando estemos cerca de la ciudad, volvés a tu puesto.

Ella asintió feliz y le dio un beso corto. Cuando llegaron a la librería, Gian Lucca les pidió que lo esperaran en el auto y pocos minutos después, regresó con una bolsa en sus manos. Se la entregó a Mía con una sonrisa tímida y un beso en la mejilla:

— Para vos.

— ¿Un regalo? ¡Muchas gracias! — aceptó la bolsa sorprendida y se apresuró a abrirla intrigada — The Golden Bubble — leyó en voz alta. — Escrito por G. L. Lanzani. ¡Me encanta! ¡Gracias!

— Acá sólo tenían la versión en inglés — se encogió de hombros Gian Lucca — Pero quería regalarte una de mis novelas y no traje ninguna de Buenos Aires. Tenían también el de Two Sisters pero creo que ese ya lo tenés y no te gusta mucho.

— ¡No me gusta nada! — aclaró mientras examinaba el ejemplar en sus manos.

— Debería gustarte — dijo repentinamente Linton sin despegar la mirada del camino. — Gracias a ese libro se cerró ese orfanato inmoral...

— Él tiene un punto — señaló Gian Lucca y Mía suspiró.

— Este creo que sí me va a gustar — declaró dispuesta a abrirlo.

— No. Pará. No lo abras ahora — le pidió.

— ¿Por qué?

— Es que te escribí una dedicatoria y prefiero que la leas después — explicó nervioso y Mía asintió con la cabeza comprendiéndolo todo.

Gian Lucca solía sorprenderla con obsequios ocultos en los lugares más recónditos del orfanato para que ella los descubriera. Al principio, Mía creyó que era porque les parecía más divertido que dárselos directamente, pero con el tiempo entendió que tenía que ver con la personalidad de él; no era fan de entregar regalos pero sí de planearlos y le gustaba incluir pequeños detalles y frases con esa peculiar caligrafía que a Mía le encantaba. "¿Una dedicatoria en un libro escrito por él? Típico Gian Lucca" pensó ella con el rostro radiante. Sentía que habían podido revertir el tiempo y se encontraban entonces, siete años atrás.

Entre besos y castigosWhere stories live. Discover now