Esperanza

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María comenzó a respirar rápidamente. Todos sus sueños de ser madre parecían haberse esfumado, como un cristal roto en mil pedazos. El marqués asoció su ansiedad a vergüenza, cogió su pañuelo de tela para ofrecérselo. Un pañuelo blanco con sus iniciales bordadas en hilo plateado. 

-Majestad, no se preocupe, esto no saldrá de aquí y...

-No, no. No es eso.-musitó la joven.-No, no, no, no...-acabó sollozando.

La joven tapó su barbilla y labios con la palma de su mano, el marqués, que parecía algo agobiado por la situación, se acercó a la pierna de la reina para curar su "herida", pero contempló que era mejor idea darle algo de intimidad. María intentaba buscar alguna herida basada en su desesperación por que su sangrado no indicase un nuevo ciclo menstrual. El marqués mandó parar el carruaje y bajó de él después de asegurarse que le reina estaba algo más tranquila. María se limpió lo mejor que pudo, pero la tristeza era aún mayor que la vergüenza que sentía en esos momentos. Cuando acabó de limpiar sus piernas llamó de nuevo al marqués, este mandó al cochero que volviese a ponerse en marcha. María miraba al suelo totalmente apenada y decaída, como si hubiera fallado de alguna manera, Gilbert miraba por la ventana evitando el contacto visual con la reina.

-Le juro que no hablaré de esto con nadie.-dijo finalmente en voz baja, como si fuera un secreto.

-Gracias.

María se limitó a dar una respuesta corta, pero su tono era tan apagado y afligido que llegó a penetrar en el corazón del marqués, pues este no tenía recuerdo alguno de la reina que no estuviese sonriendo ampliamente. No era bueno consolando a la gente, pero era lo mínimo que podía hacer por ella.

-Es algo completamente natural, mi reina.-pero María no parecía reaccionar, el marqués se aclaró la garganta pensando algo que la sacase de ese estado de ánimo tan funesto.-Además, soy un veterano de guerra, puedo asegurarle que la sangre no me asusta.

María no pudo evitar realizar una pequeña sonrisa, las bromas del marqués no eran algo ordinario, por lo que el resto de los nobles las valoraban mucho. La reina sacó su abanico y se dio algo de aire, soltó un gran y profundo suspiro, como si así la tristeza pudiera salir de su cuerpo.

-Pensaba que estaba embarazada.

El marqués volvió a quedarse en silencio, no sabía qué responder, podía imaginarse la tensión a la que sus majestades estaban sometidos al llevar un año sin herederos. Aunque el adulto siempre intentaba mantenerse al margen de cualquier tipo de chisme, las lenguas viperinas de Versalles se encargaban que sus absurdas habladurías llegaran a los más sedientos oídos cada vez que tenían oportunidad y nadie podía mantenerse totalmente al margen, la reina era la que peor fama se llevaba, pero Gilbert siempre había notado cierto recelo de parte de las mujeres de la corte al carecer de objeciones sobre ella y basando su odio a la reina en suposiciones que corrían de boca en boca sin veracidad.

-Lo siento. Estoy seguro de que traerán un heredero muy pronto. Dios tiene planes para todos nosotros, no podemos negarnos.

-También creo en eso, pero creo que siempre podemos poner de nuestra parte.

El resto del camino fue silencioso,  de vez en cuando se intercambiaban miradas, a veces algunas de estas chocaban con el del contrario creándoles un pequeño nudo en el estómago. No había ninguna clase de incomodidad, pero sí que había una cierta tensión que no sabían explicar, sus instintos más animales afloraban en ambos escondidos por su correctísimo y noble comportamiento. Ambos miraban por la ventana, el paisaje era cada vez más familiar, como si lo tuvieran ensayado se miraron a la vez, pero en vez de volver a buscar un blanco al que dirigir los ojos en un intento desesperado por disimular, se quedaron mirando al otro.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Where stories live. Discover now