El último baile

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Los allí presentes jamás se habían imaginado un grito tan desgarrador por parte de una reina. El dolor era expresado por la joven quien tenía a su hijo entre sus brazos intentando sin éxito taponarle la herida.

Los ojos del pequeño iban perdiendo vida, mientras que los de María lloraban sin descanso. Auguste estaba en estado de shock, sus labios se entre abrían y se llevó la mano al pecho, no sentía su corazón latir y sintió que iba a morir ahí mismo.

-Mi niño... Mi niño... ¡¡Mi niño!!-gritaba la joven mientras abrazaba su cuerpo.

Sus vecinos de celda se asomaban a sus puertas, e incluso sentían compasión por la joven a la que tanto habían odiado, no era una mujer despiadada y maligna, era solo una mujer, una madre, una esposa.

-Dámelo.-ordenó Phillip agachándose para recoger al niño, María subió la vista sin entender sus palabras.-Mi cuñado es médico, haré lo que pueda, pero no podemos dejar que pierda más sangre.-dijo cogiendo su pañuelo para taponarle la herida.

María dudó por unos segundos, pero si había opción de salvar a su hijo, estaba segura de que no iba a perderla.

-¿Qué haces?-preguntó otro de los allí presentes.-Esa no es nuestra responsabilidad.

Phillip tomó al niño en brazos y se giró, parecía enfadado.

-Tiemo ha asesinado a un infante delante de sus padres. ¡No somos mejores que nadie!

Los allí presentes agacharon las cabezas mientras la culpa se los comía por dentro. Phillip salió corriendo de allí mientras rezaba por llegar a tiempo y poder salvarlo.

Los reyes se quedaron sentados en la celda, no hablaron, no se miraron, no hicieron nada. Solo tenían la mirada perdida, no les quedaba nada por lo que luchar, sus hijos estaban muriendo, nadie les quería en el trono. Ya no quedaba nada, solo un glorioso pasado que acompañaba un triste presente y un aún peor futuro.

Solo se escuchaba el abucheo de los manifestantes fuera, gritaban exigiendo las cabezas de los reyes en bandeja de plata, querían una revolución, su sed de venganza no se había saciado con haber acabado con la felicidad de los jóvenes monarcas. Querían verlos morir, querían ver sus cuerpos convertidos en cenizas.

María se llevó la mano a su pecho mientras escuchaba a todos los manifestantes, tenía miedo. Miedo de que le quitasen lo único que le quedaba.

"¡¡Nos da igual!! ¡Asesinadles! ¡Queremos la cabeza de los dos!"

Lograban escuchar.

La reina se llevó las manos a su vientre, rezaba porque al menos su bebé seguía moviéndose de vez en cuando, como si quisiera decirle que debía seguir luchando, que él o ella seguía ahí.

El sol cambió mucho de posición, mostrando las horas que habían pasado. Ni Auguste ni María se habían movido de sus sitios, solo parecían respirar.

-Tengo miedo.-musitó la joven.

Fue entonces cuando el rey pareció volver a la vida, giró la cabeza con lentitud y tragó saliva. Se levantó con suavidad y se sentó al lado de su esposa pasando un brazo por su cintura.

-Tranquila.-fue lo único que pudo decir.

-Tengo miedo de que me maten con mi niño dentro.-murmuró la joven antes de volver a llorar.

Auguste fue entonces consciente de la realidad, no contestó, pero sabía que no dejaría que nadie más muriese, no dejaría que matasen a su esposa embarazada. El joven se levantó en ese momento para acercarse a la puerta de la celda, habló unos segundos con el guardia, quien después de unos minutos volvió con un hombre uniformado.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Where stories live. Discover now