Gilbert

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Penúltimo capítulo

El cuerpo de la recién nacida temblaba y se acurrucaba en su madre. El contacto piel con piel la mantenía viva, pero no sabía por cuanto tiempo. María observó que aún seguían unidas por el cordón. Seguían siendo la misma persona. 

La reina alejó la manta con suavidad para poder ver a su pequeña, María se encontraba tan cansada que no sabía como no se había desmayado, pero quería ver su rostro para poder guardarlo en su memoria. Era perfecta. No se parecía demasiado a sus otros hermanos, ellos habían sido bebés muy grandes, ella sin embargo era diminuta, sus ojos se abrieron lentamente para mirar a su alrededor y María sonrió. 

-Mi preciosa Sofía...-sollozó.-Mi pequeña.

María sintió como su cabeza se caía hacia atrás, su piel estaba tan pálida que asustaba a primera vista. Sus ojeras se marcaban en su rostro y sus labios estaban cuarteados debido a la deshidratación.

-Mi niña...-volvió a sollozar.-Acabo de darte la vida... Y ya siento que la mía está a punto de acabar.

La pequeña comenzó a llorar de nuevo, su llanto le partía el corazón. Sacó fuerzas una vez más para poder atender a su bebé. Decidió que quizás darle el pecho la calmaría por un tiempo. Se sintió orgullosa de sí misma debido a que había amamantado a todos sus demás hijos y contaba con la experiencia necesaria para hacer lo mismo en ese instante. 

Fue la mejor idea que pudo tener pues la pequeña se enganchó muy rápido y no tuvo ninguna complicación. María sonrió mientras limpiaba la lágrima que caía por su mejilla. 

Mientras su pequeña tomaba el calostro agarró su pie y lo acarició, desprendía un olor irresistible. Incluso en una polvorienta y diminuta celda, María era capaz de cerrar los ojos y sentirse la mujer más feliz del mundo teniendo a su hija entre los brazos.

La celda volvió a abrirse y observó un largo vestido entrar, la joven miró hacia adelante. 

-La persona a la que he encontrado vendrá enseguid... 

Aglaè observó a la reina con la boca abierta, de sus manos resbalaron las llaves y una lágrima brotó de su mejilla. No podía creerse lo que sus ojos veían, su pecho subió y bajó con rapidez indicando las fuertes bocanadas de aire que estaba realizando.

-Justo a tiempo.-exclamó María con una sonrisa. 

-Majestad... Es... 

La joven se acercó rápidamente con la mano en el pecho, aquella pequeña era la niña más preciosa que jamás había visto. 

-Es Sofía.-respondió María. 

Algaè se llevó las manos a la cabeza como si acabase de recordar algo, se alejó rapidamente y volvió aún más rápido con agua y trapos para poder limpiar tanto a la reina como a su alteza. 

-Dicúlpeme su majestad. No sabía que la princesa llegaría tan pronto. 

-No tengo nada que disculparte, Aglaè. Eres mi familia.

La joven limpió con un trapo húmedo la piel de su majestad, colocó las almohadas en posición para que pudiera tener una postura más cómoda y ató su canoso cabello. También limpió por encima la piel de la princesa, en sus ojos podía verse la preocupación por el diminuto tamaño del bebé. No había escuchado pocas veces que los bebés que son tan pequeños apenas sobreviven las primeras semanas de vida. En Versalles se había puesto muy de moda llevar tacones muy altos para poder parecer más alto, incluso para los hombres. Sin embargo, aquella niña era muy pequeña. sus brazos se movían al sentir la toalla sobre su piel, parecía un cachorro de animal arrastrándose por el suelo para llegar a su madre.

Volvió a colocar la manta para cubrir el cuerpo de la pequeña princesa mientras se acercaba de nuevo a la mesa para traerle algo de comer y beber a la reina. María necesitaba fuerzas o no pasaría de esa noche. 

-¿Quién vendrá a por mi niña?-preguntó la reina. 

Aglaé negó con la cabeza, se sentó justo al lado de su majestad mientras le acercaba cucharadas de sopa. 

-Alguien de extrema confianza, un tal d'Eon me encontró antes de que pudiera ni siquiera llegar a dar con un carruaje que me llevase a casa del marqués de Lafayette. Me dijo mi nombre, el de todos mis hermanos y me dijo que tenía que darle información sobre la reina. Me negué, insistió mucho y me dio... Muchos datos. ¿He obrado mal, mi señora?

María negó con la cabeza mientras sonreía con orgullo. 

-Sabía que d'Eon no nos fallaría después de todo.-respondió la joven.

Solo casi una hora después, la señal se dio. Era la hora. 

Las jóvenes se miraron y María se entristeció. Sí, debía sacar a su hija de la celda. Pero no había tan siquiera pensado que tenía que separase de ella tan pronto. Tan rápido que apenas le había dado tiempo a besarla y abrazarla como era debido. Aglaè se colocó en pie para acercarse a la joven. 

Ambas se miraron con el corazón roto, la bebé solo había estado unos cuarenta minutos con ellas y ya se había ganado el corazón de las dos.

-Solo será temporal. Volverá a verla tan pronto que no se lo creerá. 

María sintió sus ojos empañarse de nuevo. La joven agarró una pequeña tijera y se acercó al cordón umbilical para cortarlo, Sofía no lloró cuando sintió como dejaba de ser una con su madre. Pero sí cuando no tenía su piel contra su piel. 

Algaè la envolvió en una gran manta y la acomodó en su regazo. María, rota de dolor y sentada en aquel colchón, lloraba mientras los llantos de su pequeña se iban alejando cada vez más. Una vez debía enfrentarse al duelo de sentir a uno más de sus hijos lejos de ella.

La joven salió fuera de la celda donde miró a los lados para asegurarse que nadie la seguía. Se acercó como acordó a un carruaje rojo, esperaba encontrarse con d'Eon en ese momento. Pero sin embargo, otros ojos la miraron desde el interior. 

-¿Mamá?

Gabrielle sonrió mientras le indicaba con un gesto que entrase. 

-Sube, esta pesadilla está a punto de acabar.-prometió la leal duquesa.

Aglaè no volvió a parecer, María no sabía qué había pasado, pero sentía como la vida se escapaba de su cuerpo. Se sentía tan incómoda que no podía creerlo, tan derrotaba que solo lloraba y tan humillada que rezaba para que Dios se la llevase pronto. No podía pensar en nada más.  No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se llevó a su pequeña, pero la consumida vela le indicó que había pasado mucho tiempo. Pensó que probablemente se habría dormido sin darse cuenta, su cabeza y párpados pesaban demasiado como para mantenerlos en posición. 

Fue entonces cuando oyó unos pasos muy cerca de ella, abrió los ojos y lo miró.

El marqués no pudo ocultar su sorpresa, a María aún le colgaba un cordón umbilical vacío, su pelo se había vuelto gris, casi parecía una mendiga no quedando ningún rastro de lo que aquella preciosa mujer era. 

-Dios mío María...

El marqués abrió rápidamente la puerta para acercarse a ella. 

Todo estaba a punto de acabar. Todo. 

A menos que...

Opción A: Irse con el marqués. (5♡)

Opción B: Quedarse (5♡)

El siguiente capítulo será el final de esta historia que vosotras mismas decidiréis. Muchísimas gracias por llegar hasta aquí. El más votado será el final oficial. De nuevo, gracias de corazón.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Where stories live. Discover now