Trenes

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Cuando por fin Lourdes y Amelia llegaron a la zona que indicaba el GPS, estaba todo muy solitario, no era muy tarde en la noche, pero también es cierto que esa parte del distrito de la ciudad era bastante plagada por pandillas y delincuentes de la peor calaña, entre ellos traficantes y proxenetas, entre otros, se odiaban entre ellos, pero usualmente respetaban sus dominios, sin embargo, tenían un factor en común, el odio hacia la ley.

-Me aterra tanto que Elisa pueda estar en este lugar. – La detective comentó cuando su acompañante detuvo el vehículo y se dispusieron a ponerse el chaleco antibalas que llevaban en el puesto de atrás.  

Lourdes asintió mirando por el espejo retrovisor, ya empezaban a tener compañía y sabía que debían mantenerse serenas. – Si te pones a pensar, este en realidad sería un muy buen sitio para mantenerla retenida, nadie nunca nos dará información y básicamente estarán protegidos. – 

-Ya lo sé, esta zona es prácticamente fuera de nuestra "jurisdicción" – Dijo con ironía puesto que aquello solo significaba que en aquella zona apartada de la ciudad comandaba la delincuencia y la policía poco podía hacer siempre que había algún altercado. – Pero bueno, no podemos irnos hasta...

-Hasta ver si la encontramos, sí, lo tengo claro. – Lourdes concordó totalmente enfocada en a tarea en mano, le alcanzó el arma de dotación a la morena a su lado. – No creo que deberías estar portando un arma, pero no puedo tenerte desarmada en este barrio, así que, con mucho cuidado Ledesma. – Le extendió el artefacto, enfundándose la de ella a la cadera y salieron las dos al mismo tiempo.

Lourdes llevaba el teléfono en la mano siguiendo la señal del GPS caminando unos metros, mientras Amelia se comunicaba con Fede a través del suyo, lo último que supieron fue que la señal de la ubicación a tiempo real se había perdido hace algunos minutos y aquello las colocaba en desventaja, pero aun así no perdían la esperanza.

Lourdes lideraba la búsqueda del lugar en concreto de donde fue hecha la llamada mientras Amelia controlaba el perímetro lo mejor que podía con el dolor de cabeza que seguía avivado cada vez con mayor intensidad.

-¿Qué vas a hacer ahora? – La ojiazul rompió el silencio. – Con Luisa, me refiero. – Aclaró cuando encontró la confusión reflejada en el rostro de su compañera. 

-No tengo que hacer nada, Lourdes, solo quiero encontrar a Elisa y ya está. – Amelia respondió desviando la mirada.

-Eso lo puedo entender, ¿pero y después? – Lourdes insistió.

Amelia respiró profundo antes de decir algo más. – No te ofendas, Lourdes, pero no creo prudente hablar de Luisita contigo... Es raro. – La detective aseveró tajante.

-Ya te digo, sí, pero bueno que tú sabrás, yo solo te digo que las oportunidades son como trenes o los tomas o te deja y luego te arrepientes por no tomarlo. – La ojiazul se encogió de hombros.

-Trenes, en serio? Ahora me vas a salir filosófica tú. – Se habría reído si no fuera por una sensación de inquietud que empezaba a sentir en su cuerpo.

-Yo que sé, solo digo que si  la oportunidad se da, pues aprovecha, mira que luego... - 

-¿Pero cómo no me dicen que ha llegado navidad y me han traído mis regalos? Y yo que ya empezaba a perder la esperanza. – La conversación fue interrumpida por una voz masculina detrás de ellas.








Luisita había preferido caminar de camino a su casa luego de salir de aquel bar, sabía que lo mejor era tomar un taxi, pero necesitaba el tiempo para reflexionar y despejar un poco su mente, pero lejos de despejarse, estaba más enojada, frustrada, triste, dolida... Sí, aquello era como se sentía, dolida.

ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora