Detective Ledesma

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La música estruendosa se camuflaba por las paredes de aquel ático en el que las bocas se mezclaban con fervor, una sentada en la encimera más cercana mientras la otra entre sus piernas, con sus manos recorría la espalda desnuda por debajo de la camiseta, esta llevó sus labios a su cuello y percibió el dulce olor de su perfume que siempre conseguía embriagarla, le volvía loca aquel perfume como si este contuviera feromonas y le llamara a la fiera que llevaba dentro, ella siempre se lo decía: "Te pones ese perfume, porque sabes que no puedo resistirme" y ella con su mejor sonrisa, fingiendo inocencia, solo se encogía de hombros.

Cuando las manos empezaron a viajar al cierre del sujetador para acariciar aquellos pechos con mayor libertar, los ojos café se abrieron de golpe, sus piernas estaban envueltas en las caderas de la otra chica, sentía el calor que desprendían sus cuerpos, sus labios estaban hinchados y su centro... su centro estaba empapado y desbordado de excitación.

La morena entre sus piernas le quitó la camiseta y el sujetador en un movimiento ágil, de pronto el aire frio de aquella habitación golpeó su pecho desnudo y la boca caliente de su acompañante se aferró a su pezón derecho, haciendo que su cabeza fuera hacia atrás, esa boca sabía lo que a ella le gustaba y estaba haciendo todo por distraerla.

-No podemos. - La rubia dijo ella jadeante, pero sus caderas buscaban la tan deseada fricción con la entrepierna de su compañera. - Amelia, esta casa está llena de gente y si viene alguien aquí ahora? - Pronunció ella preocupada enredando sus manos en el cabello ondulado.

Las manos de la morena no se detuvieron, por el contrario fueron directas al cierre de su pantalón, colando una mano dentro. - Shhh no va a venir nadie. - Ella aseguró, su voz ronca de lo excitada que estaba al tener a su rubia a su merced como tanto le gustaba.

-Cómo lo sabes? - A pesar de que la rubia estaba preocupada no dejaba de buscar esa boca que tanto placer le daba solo con sus besos y algo más.

-Todos están borrachos arriba, nadie se preocupa por venir a este lugar, porque crees que te traje aquí? - Respondió la morena alzando la ceja con picardía mientras seguía acariciando su clítoris a través de sus bragas

La rubia jadeó en su labios sintiendo la presión de aquellos dedos ágiles. - Ya, pero... - Fue silenciada por una lengua que buscaba su compañera en aquel baile placentero de sus bocas y sus cuerpos.

-Tú, relájate y disfruta. - Le dijo en su boca antes de mirarla, los ojos color miel estaban dilatados al igual que los ojos café que no apartaban la mirada. - Del resto, me encargo yo. - Dijo ella sonriendo de medio lado antes de prácticamente arrancar los jean y las bragas de un solo tajo del cuerpo de la rubia, se arrodilló ante ese cuerpo majestuoso y hundió su rostro entre sus piernas.







La Detective Ledesma se despertó aquella mañana algo inquieta, ella no sabía porque pero no podía permanecer mucho más tiempo entre las sabanas, con cuidado de no despertar el cuerpo desnudo a su lado, se levantó y fue hasta el baño a hacer su rutina de aseo matutino, se puso unos joggins y una camiseta del departamento de policía, tomó su celular y los earpods para luego salir de su apartamento y empezar su día con una carrera mañanera.

Su vida era como la de cualquier ciudadano que ella había jurado proteger desde hacía ya quince años, despertaba, corría por al menos una hora, llegaba a casa a prepararse para su día entre el papeleo e investigaciones y nuevos casos, almorzaba con sus compañeros de oficina, si el día había sido demasiado duro iba al bar por una cerveza fría y luego volvía a su apartamento a ducharse y meterse a la cama y al día siguiente repetir.

ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora