Intermedio

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-Todo esto ha llegado muy lejos. Tú has llegado muy lejos, debes detenerte. – El hombre le dijo de manera dura mientras daba un sorbo a su whisky para luego sentarse detrás de su escritorio. - ¿Qué es lo que pretendes, que los atrapen? Te necesito en la organización y si ya tienes su dinero, ¿Qué más quieres? – Le preguntó con un gesto aburrido, pero por dentro estaba algo preocupado.

-Lo que quiero no es de tu incumbencia. – La mujer respondió alzando la ceja. – Y claro que me necesitas, he sido yo quien te ha cubierto el culo durante mucho tiempo. – 

El hombre soltó una risita llena de ironía. – Los dos nos beneficiamos de este negocio, no te engañes. Tú trabajas para mí y yo no mato al adicto de tu hermano. – Le dijo con seriedad, levantó la cabeza entrecerrando los ojos mientras la analizaba. – Por cierto, ¿Por qué otra vez con la peluca? Aquí no es necesario. – 

-Digamos que de pequeña quería ser actriz. – La mujer se colocó las gafas de color rosado transparente mientras sonreía. – Así que estoy interpretando un papel. – 

- ¿La imitación barata de Luisita? ¿Una rubia tonta? – El hombre se echó a reír burlonamente. 

La alta mujer sonrió de medio lado. – Ya veremos qué tan tonta puedo llegar a ser. – Le habló casi en un susurro. – No olvide, Sr, que quien ríe de último, ríe mejor. – 



Amelia conducía a gran velocidad por las calles, a veces incluso saltándose los semáforos en rojo, apretaba con fuerza el volante hasta que sus nudillos se tonaban pálidos. Muchas preguntas invadían su cabeza, ¿Por qué Luisita llamaría a Sebastián?  ¿Realmente sería ella? Y si era Luisita, ¿Por qué no se comunicó con ella en su lugar? Pero luego razonaba y entendía que aquello no podía llegar a ser posible, entonces se preocupaba aún más, porque entonces significaba que a la abogada la estaban utilizando como escudo de los secuestradores.

Natalia la miraba de reojo, preocupada casi por sus vidas por la manera tan arriesgada en la que su amiga conducía. – Amelia, necesitamos llegar pero vivas, hija, que ya tú vas como un cristo, no creo que necesites añadir a la lista un accidente de auto. – La pelirroja le comunicó con un dejo de nerviosismo en su voz al pasar muy cerca de los carros y haciendo zigzag.

-Luisita está en peligro, Natalia. – Amelia contestó a manera de excusa. – Luisita y Elisa. – Aclaró.

-Ya, pero matándonos en medio de una autopista no creo que sirva de mucho para encontrarlas. – La sargento dijo con sarcasmo. – Relaja un poco, si no nos han llamado significa que no hay novedades. – Colocó su mano sobre una de las de la detective en el volante para tratar de transmitirle algo de calma y pareció funcionar un poco. Amelia bajó la velocidad gradualmente. 

-Es que te juro que me va a dar algo si no las encuentro, Natalia. – Los ojos de Amelia se nublaron al decir aquello y su amiga lo entendió perfectamente. Ella conocía su historia desde sus inicios, vivió el desenfreno de su primer encuentro, la fase del enamoramiento, la dicha de la relación exclusiva y también vivió con ella la pena de su primera ruptura, la aventura clandestina que vino después y finalmente el último adiós. Natalia no tenía que estar con ella todo el rato para saber cómo su amiga, a pesar de los años, seguía sin superar los sentimientos que tenía por la rubia.

-¿Cómo están las cosas ahora? ¿Bien? – Preguntó suavemente con ganas de saber un poco más y que esta se desahogase con ella como en los viejos tiempos. Usualmente lo harían con una cerveza, pero dadas las circunstancias, atrapadas en una lata y yendo a altas velocidades por las calles de la ciudad, tendría que bastar.

Amelia sonrió tímidamente. – Mejor que bien, Natalia. – Su sonrisa se amplió inevitablemente. – Es como si estos diez años no hubieran pasado, pero sí al mismo tiempo. No sé cómo explicarlo. – 

ClandestinoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang