Teruhashi Kokomi no podía parar de repetir ese número en su cabeza mientras caminaba por los pasillos de la escuela. Sus labios curvaban la sonrisa impecable de siempre, aunque sus cejas, apenas tensas, traicionaban la calma que intentaba proyectar. No podía permitirse una sola arruga de enojo en el rostro, no mientras todos los ojos aún la seguían.
"48...48..."
Cuarenta y ocho, ese era el número de suspiros que había recibido al llegar esa mañana a la escuela, cuarenta y ocho.
No estaría mal, si aún fuera a la escuela media. Pero desde que había entrado a la secundaria había mantenido un perfecto record de sesenta a setenta suspiros cada mañana, a veces menos, a veces muchos más, pero siempre se mantenían entre ese rango. Hoy sin embargo habían descendido como nunca antes.
"Quizás... ¿¡Hoy tengo la piel seca!? Claro, como ha hecho mucho sol últimamente."
Se precipitó hacia el baño como si fuera a una emergencia médica. Frente al espejo, inclinó el rostro en distintos ángulos, buscando grietas en su perfección. Nada. La piel seguía tan tersa y radiante como siempre.
Suspiró. Un suspiro número cuarenta y nueve, pero solo para ella.
Al principio había decidido mantener la calma, pues confiaba en que sus números se repondrían con los alrededor de ochenta a noventa suspiros que recibía a lo largo de la mañana. Pero, nuevamente, el número había bajado de forma drástica. Claro, aun había chicos alrededor de ella llenándola de adulación, pero no era tan ferviente como de costumbre, sin mencionar que algunas personas estaban actuando de maneras extrañas.
Nadie conocía mejor esta escuela y a sus estudiantes que Teruhashi, el título de la chica más perfecta no fue de a gratis. Ella sabía que algo andaba mal, pero no sabía exactamente que era.
El sonido de la puerta del baño al abrirse la hizo salir de sus pensamientos. Eran un grupo de chicas que se posicionaron en el espejo contiguo al de ella.
— ¿Escucharon lo que dicen del concurso de belleza? —preguntó una de las chicas a su grupo mientras se hacía un retoque de brillo labial.
—No ¿Qué dicen?
—Dicen que puede que Teruhashi-san no gane, algunos tienen como preferida a Watanabe-san, ella es tan amable.
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La peliazul apretó sus manos mientras se las lavaba. No le molestaba lo que estaban diciendo, si no el cómo lo decían. Esas chicas eran muy conscientes de que ella estaba presente y de que las estaba escuchando.