Capitolo 46

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Traté de tranquilizarme antes de comenzar a explicar todo desde el principio.

—...Jisung me lo dijo— continué—, me pidió que fuera sensato... y lo primero que hago es ir a embriagarme para olvidar el dolor por romperle el corazón a mi mejor amigo, dime ¿qué tan sensato es eso? Jeno fue a buscarme al bar cuando estaba borracho, me sacó de allí y me hizo subir a su Hybrid... Casi le confieso que lo amo— la voz se me volvió a quebrar—. Y luego de una ridícula discusión me quedé dormido. Cuando desperté me di cuenta de que no estaba en el departamento de Jaemin sino en la casa de Jeno, acostado en su cama— el recuerdo apareció nítido en mi mente, como si fuese una película que se estuviese proyectando en alta calidad—. Lo llamé y él se acercó a besarme en la frente para desearme buenas noches— ya no estaba tan seguro de que mi voz tuviera sonido, pero Mark seguía mirándome atento—. Sujeté su rostro entre mis manos y lo besé, simplemente lo besé— me perdí por un momento en el recuerdo antes de escuchar a Mark y salir del pequeño trance en el que había entrado.

—¿Y Jeno qué hizo?

—No se apartó... ¡No se apartó! Yo tuve que detener aquello porque si no habríamos perdido el control y hubiésemos terminado teniendo...— entonces mi voz se quebró entre las lágrimas que me ahogaban la garganta.

—Tengo varias cosas qué decir, pero primero...— abrió sus brazos y me reconfortó en ellos mientras yo derramaba allí todo mi dolor en forma de lágrimas.

Lloré inconteniblemente sobre su hombro porque me sentía solo, sentía que tarde o temprano así me quedaría. Solo.

Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa, produciendo en ella una mancha.

—Perdón— murmuré mirando el desastre consecuencia de mi lloro.

—No te preocupes— me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla e inevitablemente me recordó a Jeno esta mañana.

Me quejé.

—No puedo creer que haya sucedido— musitó.

—Fue mi culpa.

—No— me contradijo firmemente—. No sólo ha sido culpa tuya, Lee también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa es suya. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú... estabas borracho, pero, ¿él? Él estaba en sus cinco sentidos— meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró—. Pensé que odiabas el alcohol.

—Lo sigo odiando, Mark. Ahora más que nunca— siseé y gemí con dolor—. Pero es que la mente se me nubló y... fue la única estupidez que se me ocurrió para intentar olvidar— admití.

—Prométeme que nunca más volverás a hacerlo— me pidió.

—En lo que me resta de vida— levanté la mano jurándolo.

Mark volvió a abrazarme, pero esta vez fue un abrazo corto.

—¿Ya no hay vuelta atrás?— me miró congojado.

Negué cabizbajo.

—Me voy mañana por la tarde— murmuré.

—Hwang es un idiota— resopló—. No puedo creer que tengas que irte, es decir, no tan pronto.

—Es lo mejor, de todas maneras ya lo había pensado. Tardé demasiado en analizarlo, ese fue el problema.

—¿Se lo dirás a Jaemin?— me preguntó como quien no querie la cosa.

Me temblaron los labios y la quijada al contestar.

—Tiene que saberlo— tomé aire—. Pero no estoy muy seguro de cómo decírselo.

—Todo va a salir bien, Renjun— pese a intentar tranquilizarme, yo sabía que más allá de sus palabras, la verdad era completamente distinta—. ¿Te despedirás?

—¿De quién?

—De Hyuck.

Otro pinchazo de dolor a mi corazón. Otra persona que extrañaría bastante.

—No me gustan las despedidas— musité con dolor en mi voz.

—Oh, vamos. No puedes irte sin decirle adiós. Sabes que él te aprecia mucho.

—Pero me va a doler.

—Más le va a doler a él si no lo haces.

Suspiré.

—De acuerdo, pero ahora llévame a tu departamento, por favor— dije sobándome la cabeza, sentía que explotaría en cualquier momento.

—Gracias— me revolvió el pelo y abrió el cajón en frente de mí—. Toma, te ayudarán un poco— me ofreció unas gafas de sol. Al ponérmelos mi vista se oscureció, disminuyendo levemente con ello el dolor.

Arrancó el auto y condujo hasta el departamento, al llegar debía comenzar a hacer mis maletas.

Cuando llegamos y subimos, Mark me preparó una extraña malteada blanca.

—Tómatela— me ofreció el vaso y me hizo recordar la noche anterior, el cómo Yangyang ponía frente a mí los vasitos con alcohol.

Lo miré receloso.

—Si algo he aprendido de mi tía es a hacer remedios caseros para todo, anda— me instó—. Se te quitará ese horrible dolor de cabeza.

Le di un pequeño sorbo al vaso para, a continuación, darle uno más grande, y así según hasta que divisé el fondo de cristal de aquel vaso.

Aquello no sabía tan mal.

—Perfecto— sonrió Mark—. ¿Qué vas a hacer ahora?

—Las maletas. Entre más pronto termine todo, mejor— mustié.

Él suspiró con pesar, fijando su vista en mí para seguidamente soltar una risita y menear la cabeza.

—Tú te atreviste a hacer lo que nunca pude hacer yo— me dijo—. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido yo el que te hubiera robado un beso?— me preguntó.

—Supongo que no me estaría yendo ahora, además recuerda que ya me has robado uno, pero dicen que las cosas suceden por alguna razón.

—Sí, ahora yo estoy con Hyuck y...

—Y yo regreso a Corea— traté de sonreír.

Ambos nos quedamos en silencio.

—Me tengo que ir, Mark— musité—. Gracias... por todo— dije desde lo más profundo de mi corazón.

—No agradezcas, para mí ha sido todo un placer conocerte, mi principessa— sonrió.

—No nos despidamos aún— dije—. Te veo más tarde— sonreí y salí de su departamento hacía el mío.

Cuando me hube adentrado en él me dejé caer sobre el suelo, sintiendo como volvían las ganas de llorar. Parecía que no acabaran jamás.

Me levanté cansado e intentado evitar a toda costa derramar una gota más. Me dirigí a mi habitación y saqué el par de maletas azules que había traído conmigo para, seguidamente, comenzar a llenarlas de ropa, objetos y todo lo que me pertenecía. Realmente echaría mucho de menos Venecia.










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Manual de lo prohibido   {Norenmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora