9. Tiempo

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Anna volvería a su rutina, a su pequeña gran soledad; más sin embargo, algo en su interior se extendía de la garganta hasta sus ojos.

-Adiós Alex...

Anna bajó un poco la cabeza y tragó saliva.

Anna tomó su bolso y las recomendaciones que la enfermera había proporcionado.

Se dispuso a salir del hospital.

Mientras caminaba dejaba derramar lágrimas a sus pequeños ojos.

Alexander la siguió. Sin importarle las voces que sus oídos escuchaban provenientes de dos personas que conocía bien.

Corrió tan rápido como pudo.

Las gotas de sudor escurrían sobre su frente.

Sintió un dolor de cansancio.

-¡Anna!-Gritó-.

Pero la pelirroja se encontraba cerrando la puerta de un taxi.

Suspiró tristemente.

Unos minutos después, llegaron sus padres.

-Vámonos.-Dijo su madre con dureza-.

Alexander agachó la cabeza. Dio un paso atrás.

No muy convencido, volvió a mirar la calle, algo dentro pedía ir tras ella.

-No.-Dijo fríamente-.

-Puedes ir a despedirte, pero no podrás quedarte.-Habló su padre-.

Su madre le miró con  molestia y desprecio.

Subieron a un taxi y se dirigieron a casa de Anna.

Tal como lo debes estar pensando; es así.

Alexander estaba impaciente.

¿Por qué es que cuando quieres  que los minutos...Vayamos claro, cuando quieres que el tiempo transcurra rápido, simplemente no lo hace?

Te diré la respuesta. Así soy yo.

¿Esperabas algo diferente?

Lamento decepcionarte.

¿Te parece si seguimos con la historia?

¡Pero que descortés soy!  Me presento. Soy el narrador de esta historia y me llaman Tiempo, ese es mi nombre supongo, no sé de donde provengo, pero seguro has oído hablar de mí, así que no hace falta que diga más.

Ahora sí, sigamos con la historia.

Cuando por fin llegaron observaron que el portón estaba cerrado con dos candados.

Anna no había llegado a casa.

Mi lista de deseosWhere stories live. Discover now