1. ¿Son importantes?

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Alexander observó, como aquella chica de cabello pelirrojo totalmente lacio caminaba en dirección a la parada del autobús.

No podía dejar de mirar aquel cabello tan encantador.

La siguió.

Parecía  tan misteriosa, como una silueta del otro mundo.

Finalmente, logró alcanzarla... la contempló por unos segundos.

Ahí estaba sentada, tenía consigo una bolsa gris de tamaño mediano, un folder debajo de su brazo y  lo que más llamó la atención de Alexander; fue la mirada de la pelirroja dirigiéndose a el libro que poseía entre sus manos.

¿Había personas que leían en México? ¡Que aburrido! –pensó-.

Si, definitivamente había algunas pocas, y ella era una de esas personas.

El autobús se posó delante de ellos.

La pelirroja subió lentamente.

Alexander la siguió. Se sentó a su lado.

-¿Puedo hacerte una pregunta?- Preguntó temeroso-.

Ella apartó su mirada de su libro y giró su rostro para mirarlo.

-¿Perdón? Ni siquiera te conozco.

Volvió a su lectura, e hizo un gesto irónico.

Alexander torció la boca.

Y volvió a insistir.

Pero esta vez dirigió su mano hacia ella.

-Alexander, mucho gusto.

Ella estrecho su mano, dándole una sonrisa confusa.

-Anna.- Dijo al fin-.

Sonrieron.

-Bien. Ahora, ya nos conocemos. ¿Ya puedo hacerte una pregunta?

-Acabas de hacerlo-. Se ríe y lo mira amablemente

La mira con un gesto de ironía, y riéndose al mismo tiempo.

-Adelante, puedes hacerla.

-¿Son demasiado importantes aquellos papeles que cayeron en la calle?

-Sí.

La sonrisa en su rostro se apaga. Desvía  la mirada, y cambia el tema drásticamente.

-¿Te gusta leer?

Alexander la mira confuso, ¿Qué le dirá? Por un lado quiere impresionarla, pero por otro quiere ser sincero con ella.

-Mhmm...

-¿No verdad? -Dijo sonriendo.-

-No.

Respondió apenado.

-Deberías hacerlo, es muy entretenido.

-¿Qué libro lees?

-Donde los arboles cantan

-¿Esta bueno?

-Buenísimo.

Ríen.

-Bueno, tengo que irme.-Informa Anna.

-¿Volveré a verte?

-Llámame cuando gustes.-La pelirroja coloca un papel arrugado sobre su mano-.

Anna se levantó del asiento y caminó hacia la entrada.

Movió su mano aleatoriamente para despedirse.

La llamaría de nuevo, estaba claro.

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