VII

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Querido tú, ahora sé que mis manos no eran las únicas que carecían de calor…

Aquella noche de Agosto, después del desasosiego y ahogo que la muerte dejó, volví a ser feliz.

Creo que aún lo recuerdas, el inicio del fin, el preámbulo del apoteósico cambio que, entre los dos se originaría.

Nuestros mundos nunca colisionaron, hasta el instante cuando te pedí que tocaras mis manos en busca de algo de calor, donde te quedaste perenne, acariciando la palma temblorosa de esta narradora.

He de resaltar que nunca un corazón había latido con el ímpetu que el tuyo lo hizo, al estar cerca de mí.

He de resaltar que lloré esa noche de felicidad por haber encontrado armonía, paz y realidad en un solo ser.

He de resaltar, las noches son frías, mientras los días más felices, carecen de tu presencia.

He de resaltar, mis recuerdos no tienen benevolencia. Me torturan sin pausa alguna.

Nuestros mundos colisionaron y crearon otros mundos que no supimos afianzar, cuando pudimos ser turistas entre ambos, si pudieses cumplir tus promesas o saberme amar.

Ahora el “ya no” resalta una morada, donde ese sitio de paz favorito que ambos creamos, solía existir, cenizas solo quedan, esperando un viento por venir.

Ya no me amas, he de entender.

Pero qué ironía, ¿no lo crees?...

Te brinde mi mano ayer, una despedida fue, ante tu último dictado, “ya no te amo” dijiste.

Te brinde mi mano hace 7 meses, el día de nuestro encuentro.

Inicio y desenlace, tangible reconocimiento, de tus huellas con las mías, porque ahora son tus manos las que están frías.

Espero que seas tan feliz como el río al hallar su cauce, espero que tus pupilas se dilaten de nuevo ante la algarabía de amar.

—Anónimo.

—Anónimo

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Las cosas que nunca te dije [Especial S.V]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora