25. 𝙲𝚘𝚖𝚙𝚕𝚎𝚝𝚊 𝚊𝚕 𝚒𝚗𝚌𝚘𝚖𝚙𝚕𝚎𝚝𝚘.

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Adam y yo llegamos a casa al medio día, y ambos tuvimos sensaciones muy diferentes cuando llegamos al hogar. Él, por su parte, parecía exhausto por estos dos días tan intensos y yo, por mi lado, recordaba las palabras de Ethan en mi cabeza. Sabía que los lobos eran criaturas que elegían a una pareja por la imprimación, pero no esperaba que él tenía tanta estima a Ulick.

Aquello que me dijo antes de irse al bosque me provocó una fisura en mi corazón.

Pese a que Eddy dijo algo nada más vernos entrar, yo no dije absolutamente nada sino que me marché directamente a la cama para descansar. Ya no sabía en qué día estaba viviendo, y Adam no me presionó para nada, así que decidí tomarlo como un día de descanso. Nada más tocar mi cama caí rendido junto a el pelinegro, quien pasó su brazo por mi espalda al estar yo boca abajo. Cansados y extraños, así pensé que estábamos en realidad; y después de mucho tiempo soñé.


Estaba en mi casa mientras olía como el pan se estaba haciendo en algún lugar, pero al mirar en mis direcciones no vi nada encendido. Le atribuí al aroma al viento que entraba por la ventana y, lejos de sentir hambre, lo que percibí en mi cuerpo fue una gris apatía que me impedía sentir alguna emoción. 

El televisión estaba encendida con un programa de rugby, el cual no estaba prestando demasiada atención, porque lo único que hacía en aquella posición era jugar con mis dedos vacíos de alianzas. Algunas heridas parecían haberse casi curado dejándome líneas blancas y pequeñas, hasta que finalmente mis ojos recordaron que en uno de los dedos debía de haber un anillo. Automáticamente me alejé de un salto, perdiendo el equilibrio hasta estamparme contra el suelo. Y no sentí dolor.

Mascullé palabrotas desde mi posición, recordándome que era demasiado torpe para que el peligro no me tendiera la mano. Sin embargo alguien si lo hizo, lo que me incitó a girar la mirada hacia unos pantalones de chándal. Unos que conocía bien, y al alzar la vista vi aquellos ojos que rellenaban el estómago de mariposas, todas vivaces y agitadas como todas las emociones que me provocaba verle. Ulick estaba con el brazo extendido para que le tomara la mano, sonriéndome muy divertido ante mi torpeza, gesto que acepté sin bacilar.

—Qué caperuzo tan torpe... —hizo una breve pausa— y encantador.

—Ulick... —gemí con los ojos llenos de lágrimas y me aferré a su cuerpo como si fuera un niño, uno que hacía años que no veía a su madre y la echaba de menos cada día desde su separación. 

—A su servicio —se carcajeó mientras me encerraba entre sus brazos, sintiendo como respiraba el aroma de mi pelo, gesto que siempre hacía cuando estábamos solos—. ¿Qué pasa? —añadió en un susurro en mi oído.

—Estoy roto... —musité en su pecho, sintiendo como una de sus manos me acariciaba la espalda con ternura, lo que me provocó ganas de llorar.

Estaba muy confuso por todo lo que estaba viviendo en mi realidad. Estaba fragmentado, confundido y herido por muchas razones; no sabía realmente cuál era la mejor opción para sentir menos dolencias de las obtenidas durante todo este tiempo con su ausencia. Amaba a Ulick con todo mi ser e incluso daría mi vida por él sin bacilar, pero Adam se fue acercando a mí sin esperar nada a cambio, hasta que me confesó sus sentimientos en forma de regalo. Eso me hizo preguntarme muchas cosas importante en forma de ráfaga: ¿Puedo hacerle feliz? ¿Debería aceptarle completamente? ¿Debería cerrar el candado con él? 

—Sé feliz, Elijah... —susurró Ulick en mi oído de nuevo y yo, por acto reflejo agarré su camiseta tan fuerte que temí rasgarla—. Quiero que seas feliz.

—No puedo... —aparté la cabeza y le miré con los ojos llorosos, apunto de soltar lágrimas pese a que mi novio sonreía despreocupado—. Te echo tanto de menos... —una de las lágrimas salió de mi ojo y Ulick la atrapó con su dedo, llevándolo después a su boca hasta relamerse.

𝕯 e s e i   [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora