27. 𝙰𝚢𝚞𝚍𝚊 𝚎𝚡𝚝𝚛𝚊

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—Sí —dijo de soslayo mientras la castaña se movía por la habitación, mirándolo todo con curiosidad—. Obviamente no vive conmigo, sino con mi padre. 

—Tienes una habitación muy bonita —sonrió la chica y yo me ruboricé ligeramente, no sólo porque me había engañado sino porque era mucho más alegre que Irma.

—Gracias —rasqué mi cuello con suavidad, mientras sentía la mirada de Adam un poco molesta— ¿Qué?

—Te enseñé a reconocer olores raros, pero no te has dado ni cuenta —frunció el ceño.

Irma suspiró aburrida, aunque no pareció sorprendida por aquello. Aun así caminó hasta Adam hasta tarde unos suaves golpes en la rodilla, haciendo que el pelinegro reparara en ella.

—Tú llevas toda la vida siendo un cambiante, él no —negó levemente con la cabeza y, en cuanto se acercó a su hermana, la agarró fuerte del brazo para marcharse ambos hacia fuera—Cambiaos. Tenemos cosas que hablar, así que no os metáis mano.

Tan rápido como dijo aquello se marchó, junto a su hermana, por la puerta pese se a que Ginebra no paraba de lanzar quejidos de que le estaba haciendo daño. También la llamó aguafiestas y sosa, aunque poco le importó a la peliblanca, porque siguió su recorrido pasando las escaleras.

—Bueno... Fue un poco curioso —le sonreí levemente, pero él mostraba un deje molesto en el rostro. ¿Tanto le había afectado este error? Pese a ello no quise preocuparme, así que intenté acercarme a sus labios para besarlo; me giró la cara—. ¿Por qué te enfadas conmigo?

—Pensé que te había enseñado bien —masculló, levantándose de la cama para irse a por su ropa. Sin embargo no se lo permití y le agarré del brazo para que volviera a sentarse—. Tenemos que vestirnos, Elijah, sino Irma se enfadará —añadió irritado.

No quería que se enfadara y mucho menos adoptara esta postura tan ponzoñosa conmigo, así que me acerqué a él y me acerqué a su cuello para darle un tierno beso, consiguiendo inspirara ahora y se relamiera los labios.

—Sólo un minuto —susurré lentamente, aprovechando mi posición para acariciarle desde el cuello hasta su oído mediante besos—. ¿Dónde está mi búho con esa preciosa sonrisa? —coloqué mis manos en su estómago, acariciando la zona con las yemas de los dedos en hasta abrazarlo por detrás.

Adam podía a llegar a tener mal carácter si se sentía frustrado, aunque yo no me acostumbré a verlo siempre tan molesto.

—Hmm... —rumió, conteniéndose por mis acciones.

—¿Dónde está mi chico, ese que me hace reír cuando estoy mal? —mordí pícaramente la quijada y noté como se mordía los labios.

—¡Arg, no hagas eso! —se carcajeó antes de apartarse y darme un empujón—. Sólo estoy un poco preocupado de que las cosas se vuelvan negativas —bajo poco a poco su tono, lentamente conforme hablaba, hasta que finalmente suspiró y se encaminó hacia su ropa.

—No te preocupes, Adam —salté de la cama y fui hasta él, depositándole un tierno beso en el hombro, a lo que él respondió con una media sonrisa—. Todo saldrá bien si nos esforzamos.

Quizá era demasiado irónico que fuera yo el que tuviera que darle ánimos a Adam, aunque era consciente de que no todo el mundo podía tener una eterna sonrisa como él. Aun así sabía que este momento era mi turno de darle apoyo, intentando que su carácter afable no se viera truncado por nada ni nadie, por muy difíciles que se volvieran las cosas.

Vestirnos tendría que haber sido una tarea sencilla y rápida, sin embargo no fue así. Mientras yo le tentaba con sonrisas y mordidas en mi propio labio, mientras se vestía, él dejó de hacerlo y se acercó para darme un beso en los labios. De uno corto pasamos a dos, luego a tres y, finalmente a uno más largo donde incluimos la lengua. El ambiente se caldeó. Pero era demasiado complicado conformarse con uno; y sin embargo Irma rompió el ambiente con que nos diéramos prisa.

𝕯 e s e i   [2]Where stories live. Discover now