Dimensión desconocida

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Noto cómo mi cuerpo está agarrotado, y abro los ojos con dificultad. Me encuentro en una habitación completamente blanca, y no sé qué hago aquí, ni como he llegado. Ah, espera... Sí, ya recuerdo todo. Aunque preferiría no recordarlo, la verdad. En fin. Intento levantarme, y lo consigo fácilmente, sin saber muy bien cómo. De repente aparece delante mía un ser extraño. Una especie de lobo humanoide, y de color blanco. Tiene dos cuencas negras y vacías donde deberían estar los ojos, algo que me produce un escalofrío. 

-Bienvenido, Xavier. -una voz grave resuena en mis oídos.

Espera, ¿qué?

-¿Cómo... cómo sabes mi nombre?

El lobo empieza a reírse a carcajadas.

-Tranquilo, tranquilo. No te haré daño, ni nada. Sólo voy a explicarte algo de la dimensión a la que vas a llegar ahora mismo. A ver, mientras viajabas por el portal, te hemos evaluado mental y físicamente, y eres apto para ser un sirviente negro. Eres alguien que, aunque no lo parezca, piensa con frialdad, y nunca se deja llevar por el corazón. Siempre te controlas a ti mismo, y no haces cosas en contra de tu voluntad. Siempre estás calmado en situaciones críticas, y evalúas todo. Por eso, eres apto para ser un sirviente negro. O más que sirviente negro, Sirviente del Blyth. 

-¿Quién es... el Blyth?

-Lo tienes delante tuya ahora mismo. Sí, soy una especie de dios o ángel de la guarda. Mmm... ¿Cómo explicártelo? Oh, sí. Por lo que tengo entendido de tus recuerdos, ibas a ir a una especie de jugo, o algo así.

-Juego.

-Eso mismo. Bueno, pues digamos que... los Sirvientes son los... eh... -hace un gesto de pensamiento mientras que sigue balbuceando- Oh, sí. Los caballeros oscuros, creo. Pues seréis algo similar, pero los Sirvientes son una idea más extendida. Los Sirvientes tendréis que darme ofrendas cada tiempo limitado. Pero tranquilo, ya te lo explicarán. Por ahora, ve. Esto va a ser lo único que te voy a explicar.

El Blyth comienza a desaparecer, mientras que mi cabeza explota por todas las preguntas

-¿Qué? Pero, espera...

-Ah, por cierto. No uses tu nombre, invéntate uno.

Y acto seguido, desaparece.

Pfff... Genial. Y ahora, encerrado en esta cámara hermética, tendré que esperar hasta que ocurra algo. Oh, o tal vez no tenga que esperar tanto... Segundos después me desplomo, pero no choco contra el suelo, sino que caigo en el vacío, hasta que cierro los ojos durante lo que me parecen horas.

Una vez más, abro los ojos somnolientos. Tengo la cabeza como un bombo, pero no estoy desorientado como la anterior vez. Miro a mi alrededor, y me encuentro en lo alto de un acantilado. El cielo, despejado, deja traspasar los rayos de sol, bañando mi rostro en ellos. La hierba, húmeda, se agita con la brisa de verano. Y, en un matorral... encuentro un par de botas. Me acerco, y veo a un chico más o menos de mi altura, con un pelo dorado, claro y revuelto. Lo que más me llama la atención, es su vestimenta, la cual está compuesta de una túnica blanca larga, una hombrera dorada, y las botas, de cuero blanco, al igual que sus calzas. Intento despertarle, y después de unas sacudidas, lo consigo. Abre los ojos lentamente, y cuando me ve, perplejo, se levanta y me pregunta:

-¿Qu-quién eres? ¿Y que hago aquí? Oh, mierda... Estoy en otro mundo -después de responderse a sí mismo, se va, sin despedirse ni darme tiempo a que responda a su pregunta.

-¡Oye! -llamo su atención. Me mira, con leve interés. Ese interés aumenta, y se acerca a mí, escuadriñando mi rostro con perplejidad- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?

-Bueno, no es sólo la cara. Tu pelo es blanco, con algo de negro en las puntas. Y tus ojos son... lo más extraño. Son morados. 

-¡¿Qué?! ¡¿A qué te refieres?!

-Y tu ropa es algo rara también. Parece que estás en una Edad Media con toques futuristas -dice, riendo.

-Bueno, no soy el único. Tu tienes el pelo dorado. Y tu ropa también es extraña. 

Nos miramos fijamente, y de repente, nos empezamos a reír a la vez.

-Entonces... ¿Entonces estamos ridículos los dos? -dice, entre risas.

-Eso parece, sí. 

-¿Cómo te llamas?

-¿Yo? -justo cuando voy a decir mi nombre, recuerdo el último consejo que me dio el Blyth- Mmm... Me llamo... Karssai -no sé porqué he dicho ese nombre, la palabra me sale de repente- Y... ¿tú?

-Eeeh... Gress -cuando lo dice, lo dice sorprendido, al igual que yo- Emmm... ¿Sabes a dónde deberíamos ir?

-No, pero creo que lo mejor sería ir por el único camino que hay. A no ser que quieras ir hacia el mar -digo, señalando a mi espalda. 

-Sí, creo que tienes razón.

Caminamos entre la hierba, rumbo al norte. Después de un cuarto de hora, encontramos un rastro de humo, señal infalible de que hay un pueblo o ciudad cercana. Mientras, observo a mi acompañante, Gress. Es algo taciturno, y, a diferencia del principio, se ha vuelto muy callado. He intentado unas cuantas veces mantener una conversación, pero siempre terminan en un silencio incómodo. No tardamos más que media hora en llegar, y me fijo en que estaba en lo cierto. Era un gran pueblo, casi una ciudad, cuyos edificios estaban bastante ordenados. La ciudad era como una mancha de aceite, con una gran plaza en el centro, donde se concentra la mayor parte del comercio. Todo tenía un aspecto rural y medieval, y sobre todo, muy acogedor. Al llegar, intentamos ir directamente a la plaza, y después de preguntar a la gente e ir por callejuelas laberínticas, llegamos a la plaza. En el centro, como en la mayoría de las plazas, había una estatua. Esa estatua era un huevo un tanto extraño, ya que su textura era pedregosa en vez de lisa. 

Justo detrás de la estatua, diviso un pelo rubio oscuro que no reconozco, pero una cara que sí. Es Celia, a la cual dos hombres sospechosos la sujetan de los codos y la conducen a un callejón. Aminoro el paso y los sigo, sigilosamente. Llegan a un callejón sin salida, y la empujan hacia una pared hecha de tablones de madera. Con lágrimas en los ojos, intenta pedir ayuda, pero un hombre le tapa la boca a tiempo. El que la acaba de tapar la boca con la mano es bastante alto, con músculos muy definidos y una barba bien cortada. En cambio, el que lo acompaña es bajo, un poco grasos, pero con unos músculos similares a los de su compañero. Estoy seguro de que si salgo, me darán una paliza, y justo cuando estoy pensando si salir o no, me mira Celia. 

Ahora que no hay marcha atrás, doy un sonoro paso hacia delante. 

Que sea lo que Dios quiera. O, en mi caso, el Blyth.

Tales of Kingdoms: ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora