Cloake

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Es Zeit.

Quien nos llevó a todo esto. Quien nos salvó. Quien sabía esto desde el principio. Quien arriesgó su vida para ayudarnos. No sé quién es. Y ni siquiera estoy seguro de si agradecerle o reprocharle el habernos traído aquí.

-Os dije que terminaría siendo un Sirviente. ¿O no? –una sonrisa asoma en su cara, dedicándosela a todo el que le viese.

-Ya, ya, di lo que quieras, pero ahora mismo el chico no entiende nada –una figura nueva aparece, detrás de Zeit. Es un hombre con el pelo negro, barba rala y recortada y un rostro mustio y afilado.

-Claro que no entiendo nada –respondo, con perplejidad- ¿Qué está pasando? ¿Qué hago aquí? Y lo más importante... ¿en qué me he convertido?

Empiezo a temblar violentamente. El hombre se acerca a mí, y con tono tranquilizador, me dice:

-Tranquilo... Ahora te explicaré todo lo que quieras, pero por favor, tranquilízate. Ven conmigo.

Le hago caso, y subo con él las escaleras. Llegamos a un pasillo que tiene varias puertas. Caminamos hacia el final del pasillo, y entramos en la última puerta. Es una habitación completamente blanca, con un camastro y una mesilla de noche al lado en un extremo. Junto a la puerta había un escritorio, y un armario al fondo de la habitación.

-Esta va a ser tu habitación. Espero que te guste.

-Espera, ¿qué? ¿Voy a vivir aquí?

-¿Y dónde si no vas a vivir? –aquí no sé qué responderle. Me mira, pensativo, y sigue- En fin. Como sabrás, estamos en una dimensión diferente. Y nosotros, los Sirvientes, rendimos culto al Blyth. Bien, pues, te explicaré ahora un poco sobre nuestro gremio. Los Sirvientes, somos los caballeros de la noche. En el Gremio del Blyth, ofrecemos distintos servicios. Uno de los más importantes, es una conexión directa con la Guardia de la ciudad, que nos piden ayuda para matar criminales con quienes no pueden ellos. También nos dejan los carteles de busca y captura, y así les ayudamos con más criminales, aunque es más de lo mismo. Pero no todo es luz. Hay gente que nos pide protección. Además de cazarrecompensas, también somos mercenarios. Estas dos, son las principales funciones del Gremio.

-Pero... ¿Y por qué la gente tiene tan mala imagen del Gremio Oscuro? –pregunto, recordando cómo me trató el tabernero.

-Vaya, sí que estás informado. Verás, tenemos costumbres un tanto... extrañas. Nosotros, al rendir culto al Blyth, tenemos que darle una ofrenda. Y, ya que somos maestros del asesinato... -calló, esperando que yo termine la frase.

-¿La ofrenda es... sangre? –aventuro, asqueado.

-Exactamente. Ya te acostumbrarás -hace un ademán y prosigue-. En fin. Creo que ya te he explicado suficiente por hoy. Venga, duerme, mañana empezarás el entrenamiento -se levanta de la cama.

-¡Oye! -antes de cerrar la puerta, se asoma- Al menos... al menos dime cómo te llamas.

Una sonrisa se forma en su rostro.

-Puedes llamarme Cloake.

El sonido de la puerta rellena el denso silencio de la habitación. Me fijo en que me han dejado ropa y un fardo alargado encima de la cama. Son una camisa negra de lino y unos pantalones blancos de algodón. Abro el fardo, y encuentro una katana.

Una katana de madera negra. 

La miro, fascinado, y observo todas sus partes. Cojo la espada, y un inesperado peso hace que se resbale de mis manos y termine en el suelo. Vuelvo a cogerla, esta vez haciendo un esfuerzo con mis manos para que no vuelva a caerse, y la pongo en frente de mi cuerpo, como hacían los personajes de los videojuegos a los que jugaba. No sé cómo, pero los del gremio me conocen al parecer. Mi espada favorita es la katana.

La dejo en el escritorio, y me dispongo a inspeccionar mi habitación. Abro el armario, y encuentro una capa negra, con bordados simples de color blanco. También hay un espejo al fondo del armario, y me miro en él. Es la primera vez que veo mi reflejo desde que he entrado en este mundo. Mi pelo azabache se ha vuelto completamente blanco, y el iris de mi ojo derecho se ha vuelto morado. Tengo un corte que no recuerdo haberme hecho en mi mandíbula izquierda. Acto seguido, me quito la túnica corta y la camisa que llevo debajo, con mi torso al desnudo. Nunca me he preocupado por mi aspecto físico, aunque tenía un cuerpo saludable, aunque (lo normal a mi edad) no tengo ningún músculo definido. Me siento en la cama para quitarme las botas y me tumbo en ella. Intento dormirme, y no lo consigo hasta bien entrada la noche. Supongo que siempre tendré el mismo problema. Lo bueno es que en la Tierra (ahora no sé cómo llamar a la otra dimensión) tenía medios para entretenerme. Sin embargo, aquí no tengo nada que hacer. 

Lo primero que veo al abrir los ojos es el rostro de la chica que me abrió la puerta. 

-¡Por fin despiertas! Menuda marmota estás hecha -empieza a reírse de su propio chiste.

Su cara está tan cerca de mí que me sobresalto, y retrocedo hasta que mi espalda toca la fría pared. Hace una mueca de falso enfado, y me dice:

-Oye, que no muerdo, ¿vale? -noto cómo el rubor llena mi rostro. Ella se da cuenta, y con voz amable, vuelve a hablarme- Mi nombre es Kyanna. Encantada de conocerte.

-Eeh... Encantado... Esto... Me llamo Karssai -ya que se lo había dicho a Gress, creo que seguiré con este nombre. Me gusta- Umm... Kyanna... -como algunos sabréis, los varones tenemos cierto cambio físico al despertar. Y ahora mismo ese cambio lo estoy sufriendo. Es una situación realmente incómoda.

-¿Sí?

-¿Podrías... dejarme a solas un momento? Necesito, esto... cambiarme de ropa. Ya sabes... -intento levantar un poco la sábana, para poder disimular un poco.

Ella se da cuenta, y sus negros ojos comienzan a sonreír, y su cara adopta cierto ademán divertido.

-Oh, ya veo... Bueno, te dejaré. Si bajas las escaleras llegarás al comedor. Te estamos esperando, así que cámbiate rápido -se aleja dando pasos hacia atrás.

Me pongo la ropa que me dejaron ayer, y vuelvo a ponerme las botas. Bajo las escaleras, y estoy en el mismo sitio que ayer. Esta vez me fijo en que en un extremo hay una barra en la que un tabernero corpulento limpia con esmero una jarra. Me dirijo a la barra, y le pido que me haga lo que sea de desayuno. Me tiende una bandeja de madera con una taza llena de gachas, un huevo frito y un vaso de algo muy parecido al vino. Termino mi desayuno, (efectivamente, era vino) y me levanto. Pregunto al tabernero dónde está Cloake, y me señala primero abajo y después detrás mía. Me doy la vuelta, y veo unas escaleras que conducen hacia abajo. Me giro al tabernero, le doy las gracias y me dirijo a las escaleras.

No sin cierto miedo, bajo los escalones de piedra, admirando el silencio sepulcral dado que en el comedor había un grupito de gente discutiendo acaloradamente. Al llegar abajo, me encuentro en un pasillo, con un montón de mazmorras a los lados. Veo las antorchas, y un escalofrío recorre mi cuerpo. El fuego es verde. Una figura aparece de la mazmorra que tengo al lado, dando pasos que retumban por la estancia.

-Bueno, novato, ¿preparado para tu primer día de entrenamiento?


Tales of Kingdoms: ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora