Capítulo 1: Oh, saNTA MIERDA

4.7K 509 48
                                    

Susan corría apresurada por las calles de la pequeña ciudad donde estudiaba, tenía que viajar alrededor de veinte minutos en automóvil para llegar y el viaje era jodidamente agotador. En ocasiones como esa, la pelirroja odiaba vivir en las montañas del campo.

Pero vivir allí también tenía sus partes buenas. La naturaleza, los animales, la tranquilidad y el aire limpio que se respiraba, incluso el silencio nocturno era agradable. Por supuesto, pocas personas podían apreciar aquello y por eso mismo es que su familia era de las únicas que vivían en esos lugares.

— ¡Por fin llegas! — sus mejores amigos la miraron con una sonrisa que mezclaba entre diversión y molestia. — Adivinare, te quedaste dormida, ¿Verdad? — dijo Michael, sus cabellos rubios atados en una coleta, en tanto pequeños mechones caían a cada lado de su rostro.

Susan asintió con una sonrisa avergonzada, sus mejillas ardieron pintándose de un suave rojo. Los chicos rieron.

— Siempre pasa lo mismo. — bromeó Edward con su rostro casi inexpresivo, una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

— No es mi culpa, vivo muy lejos y—

— Susan, vivo, literalmente, a media hora de aquí y aun así me las arregle para llegar temprano. — le interrumpió Michael con tono acusador mientras la miraba.

Edward dio un pequeño golpe con la palma de su mano, en la cabeza de la chica. — Multa. — dijo con su voz baja y casi robótica.

— ¡Hey! — se quejó ella. — De todas maneras, ustedes no necesitaban esperarme, pude ir a casa de Ed yo sola. —bufó infantilmente, frunciendo su ceño y cruzándose de brazos.

— ¿Te sabes el camino? — Michael alzó ambas cejas.

— Por supuesto. — Susan asintió segura de sí misma, elevando altivamente su nariz. — Solo tengo que caminar en dirección al hospital y—

— Me mude a casa de mi abuela. — le recordó Edward.

— Oh, uh... — Susan lo miró avergonzada, mordiendo suavemente su labio. — Tal vez... Puede que haya olvidado el camino. —murmuró.

— ¿Ya ves porque teníamos que esperarte? —Michael la miró con burla, en tanto Edward negaba.

Susan hizo un pucherito. — ¿Y Camille? — preguntó para cambiar el tema de la conversación.

— No vendrá. Está ocupada con sus cosas y su madre no la dejó venir. — bufó Michael. Sus ojos marrones ligeramente irritados.

Susan asintió con resignada. Siempre era lo mismo.

— ¿Nos vamos entonces? — preguntó.

Sus amigos asintieron, comenzando a caminar y bromear entre ellos, molestando a Susan por las mechas doradas en su cabello pelirrojo, como siempre hacían cuando ella decidía agregar más color a su pelo tediosamente rojizo anaranjado.

Las horas en casa de Ed pasaron rápidamente y pronto estaba oscureciendo, por lo que Susan se apresuró a volver a casa.

Conducir a esa hora era peligroso y solía atemorizar a Susan, Edmond les había ofrecido a ella y a Michael quedarse en su casa, Michael aceptó, Susan en cambio declinó la oferta decidiendo que no podría aprovecharse de la hospitalidad de su amigo de esa forma— ya había almorzado y cenado en su casa—, además, no se sentía cómoda dejando la casa sola. Estaban sus perros y algunos de sus animales de granja, y ella tenía el deber de cuidarlos mientras sus padres y hermanos no estaban.

"Podríamos ir y dormir en tu casa por algunas noches. Se que te asusta estar sola allí y a ninguna de nuestras madres les molestará si nos quedamos a cuidarte."

DRAAKON |JJK| (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora