Capítulo 2: La compañera del... ¿Dragón?

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Susan realmente agradeció estar sola en su casa, de lo contrario, no había forma en que ella pudiese explicar quién era él hombre que había llevado a su hogar o que era esa extraña cosa que se había transformado en una especie de camilla cuando ella pensó que era justamente lo que necesitaba para llevar al hombre a su hogar.

El extraño animal era una especie de gato gigante, de un precioso color cobrizo plateado con una enorme melena desordenada que comenzaba en la cabeza y terminaba en el final de su cola, de cuatro ojos grandes, nariz achatada y enormes colmillos que sobresalían, parecidos a los de un diente de sable. En el interior de su boca se encontraban una serie de colmillos que parecían no tener fin y que le recordó a al interior de la boca de los gansos.

La bestia era un felino de algún tipo y extrañamente, sin embargo, parecía no tolerar la hierba, ni el hedor del chiquero donde dormían los cerdos.

Pero bueno, aunque extraña y de una nariz particularmente sensible, esa criatura extraterrestre parecía ser bastante útil.

Era como sacada de un libro de ficción o algo parecido.

Y podrían llamarla loca, pero le encantaba. La bestia había resultado ser cariñoso y en ningún momento hizo amago de tratar de comerla, es más, por la forma en que se comía las verduras de la huerta, parecía ser del tipo herbívora.

Soltando una risa y remojando una toalla en la fuente con agua, Susan miró al hombre extraño recostado en su cama.

Sus manos se movieron con cuidado, limpiándole el rostro con suavidad. Sorprendiéndose al notar detalles en él que no había notado cuando lo encontró.

Era un hombre hermoso. Su cabello castaño oscuro y salvaje, que se dejaba caer a cada lado de rostro de una manera rebelde, y que era largo hasta sus hombros. También, estaba sucio y polvoriento. Su piel era de bonito bronce dorado, como si solo estuviese bronceado, pero de una manera perfecta y hermosa. Su rostro era tan cincelado como una estatua de museo, pómulos altos y mandíbula firme. Una frente limpia, cejas perfiladas y pestañas rizadas. No tenía barba, ni vello facial. Tenía unos labios finos y rosados. Sus rasgos eran suaves y limpios, hermosos de una manera simple, pero que dejaban al descubierto una masculinidad intensa.

Una pequeña cicatriz casi no notoria se extendía en una de sus mejillas. Misma que ella detallo suavemente.

Era él hombre más hermoso y atractivo que había visto nunca. También él más alto que había visto.

— ¿Eres alguna clase de extranjero que escapó del área cincuenta y uno, con esa criatura parecida a un gato para mostrársela al mundo? — preguntó Susan soltando una risita. Esa era una de las muchas conclusiones a las que había llegado mientras transportaba al hombre a su hogar y luego a su habitación.

Esa le parecía una de las teorías más cercanas, en lo que a ella respectaba, con lo que creía había sucedido con él hombre. De otra manera, no podría explicarse aquella extraña armadura de un metal con una textura parecida al cuero o las heridas que tenía regadas por distintas partes del cuerpo.

Susan mojó la toalla en sus manos antes de trasladarse a los brazos y manos del hombre, limpiándolos cuidadosamente y notando con sorpresa como la piel de sus brazos parecía estar ligeramente moteadas con sombras que parecían escamas, pero que definitivamente no se sentían como unas. Mas bien, su textura era similar a la piel de un ser humano, pero más dura.

Las manos del hombre eran grandes, con dedos largos y con pequeños callos en las palmas, sus hombros y brazos eran musculosos. Y estaban cubiertos de cicatrices pequeñas. En tanto la cegadora luz del sol provocaba que la piel del hombre en el are de sus cicatrices adoptase un brillo casi iridiscente.

DRAAKON |JJK| (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora