¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Historias del pasado --parte dos--
Instintivamente, haces lo mismo por él. Con una mano en su cintura, llama la atención sobre las vendas frescas que protegen su costado. -- Rafael -- le adviertes, -- no estás en condiciones de salir --.
Sus ojos suplican por tu comprensión, por tu consentimiento. -- Pero tengo que hacerlo --.
Tu mano acaricia la piel expuesta de la cadera de Rafael y lo alientas a acercarse. No quieres verlo rogar, pero no puedes soportar mirar hacia otro lado. -- Entonces, vamos juntos. Mañana. Después de que ambos hayamos descansado de verdad --.
-- Pero-...-- Su resolución ansiosa se está desvaneciendo. El te esta escuchando.
-- Mañana --
Rafael toca el vendaje a su lado y sus dedos se encuentran con los tuyos. Cuando él mira sus manos juntas, la mayor parte de su impaciencia se disuelve en un suspiro. -- Sí, sí --, reconoce. -- Mañana --.
⁂
-- ¿Vas a hacer esto raro? --bromeas, levantando las mantas para subirte al sofá cama.
Rafael resopla mientras te acuestas en la almohada frente a él. -- No voy a hacerlo raro --
-- ¿De Verdad? Porque has estado buscando por todas partes menos a mí cuando soy la única otra persona en la habitación, y tengo que decir que eso hace que se sienta un poco raro --
-- Eres un extraño haciéndolo hablando al respecto --
-- UH Huh.-- Mirando al techo, llenas tus pulmones y lanzas un profundo suspiro.
⁂
Después de descubrir que una hora intercambiando bufidos y zumbidos no hace nada para disipar la incomodidad, Rafael admite la derrota. -- esta bien tu ganas, debo admitir que esto es raro --
Te pones de lado para mirar la pared de mantas y cojines del sofá que la tortuga ha apilado entre ustedes. -- No puedo imaginar por qué -- sarcásticamente afirmas.
Extraño o no, dejas las almohadas en su lugar. Si ayudan a Raphael a sentirse incluso un poco mejor al compartir una cama, no lo presionarás para que los derribe.
⁂
Es un testimonio de su agotamiento que puede conciliar el sueño tan fácilmente como lo hace. No quieres hacerlo. Tu intención es mantenerte despierto, para asegurarse de que Rafaael pueda instalarse antes de sucumbir a su necesidad de descansar.
Es el rebote del colchón, los suaves gemidos, mientras Rafael lucha con incomodidad, lo que te despierta.
--¿Qué pasa?-- preguntas atontada, pero tan pronto como te levantas, ya sabes. Puedes sentir el escalofrío desde la punta de la nariz hasta el dolor en los dedos.
