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El conde Lee Minho inclinó su cabeza una diminuta pulgada cuando el olor del cuero y del heno llenó sus pulmones. Escudriñó el interior de sus establos, intentando encontrar la fuente del ligero ruido sordo que podía escuchar. El rápido ritmo llamándolo, incitándolo a cazar como un depredador a su presa.

Pero el latido era desconocido, sin aroma para seguir adelante e identificar la causa. Minho no podía concentrarse en un patrón de pensamiento. Era como si aquello que él cazaba estuviera justo fuera de su alcance, provocándole.

— Jeongin, ¿todo bien en los establos?— los dedos de Minho acariciaban el largo cuello de su caballo favorito cuando se giró para mirar a su mozo de cuadras.— ¿Mis caballos están todos en buenas condiciones de trabajo?¿Ninguna enfermedad u otra cosa?

— Oh, sí, mi señor.— las mejillas sonrosadas de Jeongin se menearon mientras hablaba y asentía al mismo tiempo.— Sus caballos están en su mejor forma, señor, no podrían estar mejor.

— Hmm.— Minho miró hacia la parte trasera de los establos, una vez más, seguro de que esa era la dirección de la que provenían los latidos cardíacos. Se alejó de su caballo, preguntándose por qué el animal no estaba inquieto por la leve perturbación que Minho podía sentir en el aire. Esto hizo que los pelos de su nuca se erizaran.

Se dirigió hacia la parte trasera del establo, sus pasos lentos y medidos, la cabeza inclinada hacia un lado para captar el menor sonido de movimiento. Curiosamente, no había ninguno, sólo el ritmo suave pero persistente del corazón de alguien.

Cuando Minho se acercó a la pared trasera, localizó exactamente de dónde provenían esas pulsaciones. Negó con la cabeza y frunció los labios. En la esquina trasera había una pila de fardos de heno. No había nada inusual en eso. Minho estaba dentro del establo, después de todo.

Lo que estaba comenzando a alarmar a Minho—algo que no era tarea fácil considerando que era el príncipe de su aquelarre—era el hecho de que uno de los fardos de heno se movía. Minho lo miró desconcertado, viendo pedacitos de paja salir y caer flotando al suelo. Cuando la curiosidad y el escalofrío— que comenzaba a arrastrarse por su espalda— se volvieron demasiado intensos, Minho se acercó y empujó el fardo de heno utilizando toda su fuerza sobrehumana para enviarlo volando a través del establo. Lo que encontró detrás del fardo de heno aceleró la mente de Minho.

Una criatura, cubierta de barro y suciedad con ls ropa desgarrada... y lleno de brinzas de heno, corrió hacia la esquina cuando siseó a Minho como un gato salvaje.

Minho se puso de pie en toda su envergadura mayor al 1'79, no era enorme, pero sí lo suficientemente grande como para intimidar a la pequeña criatura acurrucada frente a él.

— ¿Quién eres y qué haces en mis establos?— preguntó Minho, enseñando los colmillos.

Minho no estaba seguro de con qué estaba tratando hasta que la cosita trató de rebasarlo por su lado y los aterradores ojos marrón le contaron la historia.

Minho giró su brazo y agarró al chico por la cintura para evitar su fuga.

De inmediato supo que podría no haber sido su mejor elección cuando la apestosa criatura enloqueció y comenzó a morder y arañar cada pedacito de piel que podía alcanzar. Minho envolvió ambos brazos alrededor la pequeña fuera en un abrazo protector, tratando de no hacerle daño a la criatura, pero asegurándose de no ser lastimado también.

— ¡Contrólate!— Minho espetó mientras sacudía al hombre en sus brazos. Las cejas de Minho se alzaron cuando el chico se quedó en sus brazos tan flojo como un trapo de cocina.

No confiaba en una obediencia tan rápida.

Los ojos de Minho recorrieron el establo hasta que aterrizaron en una manta de montar colgada sobre el borde de la puerta de una de las caballerizas. Llevó a su captura hacia el heno que se había esparcido sobre el suelo, cuando lo había tirado. Minho puso suavemente a la criatura abajo y luego se fue a agarrar la manta.

preciousWhere stories live. Discover now