Epílogo

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   Estaba temblando como un flan. Hoy era un gran día, llevaba un vestido que pesaba bastante (aunque era precioso) y en cuanto las puertas se abriesen, todos los ojos estarían puestos en mí. Sabía que debía estar eufórica (al fin de cuentas hoy era el día de mi boda), pero no pude evitar estar temblando.

    Era plenamente consciente de que, una vez que saliera vería a Eric, esperándome en el altar, así que, mientras los últimos detalles se ponían a punto, intenté relajarme.

    —Esa es la señal —dijo Kara, observando el cambio de la música.

    —Estad atentos, chicos. Enseguida tenemos que salir —les dijo Álvaro a todos mis hermanos.

    Todos mis hermanos se pusieron cerca de las puertas, a la espera de que estas se abrieran y poder salir. Estaban todos mis hermanos, excepto Luna, Fran y Lea. Luna era la encargada de ir tirando pétalos de rosas por los pasillos delante de mí; Fran, al igual que Mateo, sería el encargado de llevar las arras; y Lea, junto con Andrea y Sarah, era una de mis tres damas de honor.

    —Estás preciosa, Maddie —comentó Lena, sonriendo.

    —Mis doncellas se han superado —comenté mientras tocaba la suave tela de mi vestido de novia.

    Abigail, Romina y Danna seguirían siendo mis doncellas, aunque Eric quería que tuviese dos más. En mi opinión, con tres había más que suficiente. No necesitaba a nadie más para estar a punto y, además, confiaba mucho en esas chicas, no quería a nadie nuevo.

    —Por Dios, Maddie, estás temblando —comentó Lea, acercándose a mí. Llevaba puesto el precioso vestido de dama de honor rojo pasión y los zapatos también rojos. El cabello lo lleva recogido en un moño trenzado.

    —No puedo evitarlo.

    —Chicas, ¿podéis venir a ayudarme a calmarla? —les pidió Lea a mis otras dos damas de honor, quienes vinieron con los ojos brillantes por la emoción. Al instante me sentí más tranquila; con ellas sabía que nada iría mal. Al igual que Lea, ellas también llevaban un vestido rojo y el cabello recogido en un moño trenzado.

    —No te preocupes, Maddie, estoy segura de que el novio se presentará —comentó Sarah.

    —Tampoco se dará a la fuga, como en las películas —intentó animarme Andrea.

    —¡No me preocupa que cambie de opinión! Lo que me inquieta es caerme o hacer algo que me haga quedar en ridículo delante de todo el país, como decir mal el nombre del novio.

    —No te preocupes por eso, no pasará —me tranquilizó Lea.

    Se hizo el cambio de música y las dobles puertas blancas se abrieron y mis hermanos seguidos de Kara y Álvaro salieron al pasillo que debía recorrer al altar en unos instantes.

    —Nosotras somos las siguientes, ¿no? —comentó Sarah con nerviosismo.

    —Sí. Por cierto, estáis preciosas, chicas.

    Las tres hicieron una pose sexy, bromeando.

    —Tiene un gusto excelente, alteza —bromeó Sarah.

    Respiré hondo.

   —La verdad es que nadie me ha llamado así todavía. ¡Oh, Dios mío! Así es cómo me van a llamar a partir de ahora por todas partes —dije, tratando de hacerme a la idea todo lo más rápido que puedo.

    La coronación era parte de la ceremonia de bodas. Primero los votos de fidelidad a Eric, luego a Illéa. Primero los anillos y luego las coronas.

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