Capítulo 26

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   Me desperté al notar que alguien me sacudía por los hombros. Abrí los ojos y me encontré con Lucía, una chica de doce años que había perdido a su madre en el parto. Me miraba con preocupación, nerviosismo y algo de vergüenza. Miré la hora. ¡Eran las cuatro de la mañana!

   —Maddie —dijo la niña de doce años—, tengo un problema.

   —¿Qué ha pasado? —susurré, ya que no quería que las demás se despertaran.

   —He manchado la sábana y, cuando he mirado era roja —susurró apresuradamente la niña—, y mis mudas también están manchadas de rojo.

   Oh, le había venido su primer periodo. No era de extrañar que estuviera tan nerviosa.

   Me levanté de la cama para poder mirarla mejor. Le cogí de las manos para que se tranquilizara.

   —Lucía, escúchame. Esto es algo normal en una mujer. No tienes por qué estar nerviosa, ¿vale? —Ella asintió—. Te voy a explicar lo que vamos a hacer. Primero vamos a ir al baño para cambiarte de mudas y ponerte una compresa. Después, cambiamos la sábana. No te preocupes por nada, yo estoy aquí para ayudarte.

   —Gracias, Maddie.

   —De nada —le respondí con una sonrisa.

   Tras volver del baño, saqué la sábana, la que tenía una pequeña mancha de sangre, y salí de la habitación mientras Lucía ponía sábanas limpias. Fui silenciosamente por el pasillo, ya que como se despertaran Álvaro y/o Kara, se me caería el pelo. Bajé las escaleras de caracol y, antes de entrar en el comedor, paré en seco. La luz del comedor estaba encendida.

   En un principio pensé que serían Kara y Álvaro, pero, al pasar por la puerta del dormitorio, percibí los leves ronquidos de Álvaro; así que descarté la idea. Entonces, ¿quién sería? ¿Quién estaría en el comedor?

   La habitación en donde se encontraba la lavandería se encontraba en la cocina; y para entrar en la cocina solo se podía entrar por el comedor.

   Me acerqué a la puerta del comedor, que se encontraba cerrada. Se oía el murmullo de una conversación apagada entre dos mujeres. ¿Dos chicas de la Élite quizá? Suspirando, me armé de valor: abrí la puerta y entré.

   En cuanto entré, me quedé de piedra. Oh, Dios mío. Quienes se encontraban en el comedor, charlando alegremente sin percatarse de mi presencia, eran, ni más ni menos, la reina America y Marlee. Y yo con el pijama puesto. ¡Qué vergüenza!

   Iba a darme la vuelta, pero justo en ese momento Marlee levantó la cabeza y me sonrió, aunque noté que estaba algo nerviosa.

   —Lady Madison, ¿qué hace despierta a estas horas de la madrugada? —me preguntó ella.

   La reina se giró y me miró con una sonrisa en los labios, aunque, al igual que Marlee, parecía nerviosa. Hice una rápida reverencia, sin saber qué decir.

   —Lo mismo me preguntaba yo —comenté yo, sonriéndoles con nerviosismo.

   —Insomnio —dijo la reina—. ¿Y tú?

   —Un problema que ha habido en la habitación —respondí yo.

   —¿Qué ha pasado? —preguntó Marlee preocupada. ¿Por qué se estaba preocupando?

   —Nada, nada —dije, quitándole hierro al asunto—. Un problemilla que ya se ha solucionado.

   Ambas me miraron extrañadas. Al final, se lo conté. Normalmente, solía ser muy discreta, pero no me gustaba que me miraran así, así que se lo conté.

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