CAPITULO 31

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Peeta.

Siempre». En la penumbra de la morflina, Katniss me susurra la palabra y yo voy en su busca. Es un mundo envuelto en bruma, de color violeta, sin bordes afilados y con muchos escondites. Me abro paso entre los bancos de nubes, sigo unos tenues senderos, y me llega un olor a canela y eneldo. Una vez noto su mano en la mejilla e intento atraparla, pero se disuelve como niebla entre mis dedos.

Cuando me despierto, la realidad hace que me enfrente a una blanca habitación estéril. Estoy en el Distrito 13. Las imagenes de lo que pasó llegan a mi mente como una serie de fotografías borrosas, sin embargo sé quien me disparó.

No fue él, el hombre arrodillado frente a mí en la plaza, el quemado del Hueso, él no apretó el gatillo. Fue otra persona, entre la multitud. Más que sentir cómo entraba la bala, noté como si me golpearan con un mazo. Después del momento del impacto todo fue confusión y disparos. Intento sentarme, pero lo único que consigo es gemir.

La cortina blanca que separa mi cama de la de al lado se aparta de golpe y unos familiares ojos que amo me miran. Al principio me siento aturdido, aunque pronto me inunda el alivio de verla conmigo. Katniss se apresura a alcanzarme, se abalanza sobre mi y me saca un débil quejido que la hace separarse de inmediato. Sus manos acunan mi rostro y sus ojos evaluan mi cara una y otra vez antes de darme un beso desesperado.

-Estoy vivo -digo con voz ronca.

-Gracias a Dios -pronuncia ella en tono bajo-. ¿Te sientes magullado?

Pienso en la incomodidad de mi torso, en los toscos vendajes que me envuelven y miro la intravenosa que se adhiere al dorso de mi mano. Katniss sigue mi mirada y me aparta el pelo con cariño.

-Por suerte, la bala no daño ningún órgano importante, Cinna pensó en un altercado así mientras diseñaba el traje.

Pienso en las capas de blindaje protector del traje de Sinsajo. Sin embargo, el dolor tendrá que salir de alguna parte.

-Me duele algo, ¿Costillas rotas? -sugiero.

-El impacto te rompió el bazo, no han podido repararlo -explica, triste.

-. No te preocupes, no lo necesito... creo -añado con una media sonrisa.

Katniss sonríe de igual modo, aunque pronto unas gruesas lágrimas caen por sus mejillas. Rápidamente las limpia. -Iré a llamar a tu madre -se apresura a decir.

-Katniss...

-No Peeta... no me consules -me pide-. No estoy triste, es solo... no tienes ni idea de lo horrible que fue verte en el piso, pensar que pudieron haberte... ni siquiera soy capaz de pensar en eso otra vez -menciona. Tomo su mano, a pesar de que me supone un enorme esfuerzo.

-Cariño, no llores -y mi voz va teñida de una suplica casi hiriente-. ¿No ves que cada vez que lloras me machacas el corazón?

Parece que mis palabras le llegan, porque sorbe por la nariz y se seca la cara con la manga de la camisa. Sale un breve instante para llamar a una enfermera, quien se hace presente con el médico. Al poco tiempo mi madre se nos une y nos ponemos al día con mi salud y mis cuidados, de modo que mi rehabilitación sea pronta y satisfactoria. Cuando todos se van, Katniss se queda un momento más tomando mi mano. No dice nada, solamente me acaricia el dorso de mi mano y me da suaves besitos cargados de ternura. Y ahí, en esa horrible cama de hospital me vuelvo a enamorar de ella. Me pregunto cuantas veces uno puede enamorarse de la misma persona. Sin duda alguna, yo elegiría enamorarme de ella una y otra vez por la eternidad.

-Peeta, he estado pensando en nombres de bebés, pero nunca te he preguntado cuál te gustaría -menciona, ladeando la cabeza y observandome.

Esbozo una sonrisa, porque es la primera vez que nos planteamos esta situación juntos, y bueno, yo sí que tengo una idea de cómo quiero que empiece el nombre de nuestro bebé.

VENCEDORESWhere stories live. Discover now