CAPITULO 19

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Peeta.

Se escuchan las máquinas de la alcaldía trabajando en la limpieza de los montículos de nieve dispuestos en toda la calle de la Aldea. Parece que después de varios días sepultados bajo la nieve al fin podremos salir a tomar un poco del sol matutino.

La mañana está fría, aún cuando los rayos ultravioletas se abren paso por la neblina restante. Jamás había dormido con la ventana abierta, siempre la he cerrado y luego tapo la poca luz que se filtra con una cortina; sin embargo, a Katniss le gusta dormir con la ventana abierta para observar el paisaje. Obviamente no hemos podido abrir la ventana por el clima, pero no he corrido la cortina para que observe los copos de nieve caer mientras trata de dormir.

Aún yace dormida, acurrucada en torno a mi cuerpo y con los labios ligeramente abiertos. Me gusta esta nueva sensación de felicidad constante que habita en mi interior, y eso sé que se lo debo a la chica maravillosa que duerme conmigo cada noche desde que confesamos nuestro amor.

Amor.

Es una palabra pequeña, que compone el más grande misterio de la vida. Katniss es mi amor, siempre lo ha sido, creo que desde ese primer instante en donde la vi por primera vez. Nunca más pude olvidar sus ojos asustadizos, llenos de dulzura y compasión; año tras años le seguí la pista en la distancia para no olvidarla, para grabar su rostro en mi memoria y evocarla cada noche cuando no tenía sueño, o en cada primavera al ver un diente de león ondear en las ráfagas de viento, tan sutil y tan frágil como ella, lleno de vida y esperanza.

La observo mientras duerme. Su cuerpo irradia calor y sus piernas están entrelazadas con las mías. Su respiración lenta y tranquila me dice que duerme en paz, sin ninguna horrible pesadilla que atormente sus sueños. La herida de su rostro va mejorando, y seguro dejará una marca cuando acabe de cicatrizar, una que el Capitolio tratará de borrar cuanto antes.

Básicamente está viviendo en mi casa; mi mamá le ha dispuesto un cuarto de invitados, pero en cuanto las luces se apagan dormimos juntos, aunque no pasa nada más entre nosotros. No quiero que ella piense que sólo la quiero en el plano sexual, porque no es así; por supuesto que la deseo en ese sentido, pero no la presionaré para que suceda, de hecho si ella lo desea la esperaré hasta nuestra noche de bodas.

La veo aletear las pestañas ligeramente, y su boca hace un mohín adorable mientras se acomoda mejor y se pega más a mi, si es que eso es posible. Su brazo se coloca en mi cintura y se remueve otra vez; poco a poco abre los ojos y bosteza, luego con su puño restriega uno de sus ojos y se despierta a un nuevo día. Cuando despierta pasan al menos unos diez segundos antes de que reaccione por completo, para salir de la somnolencia y esbozar una sonrisa de labios sellados que derrite hasta un iceberg.

—¿En que piensas? —su voz aún adormilada me devuelve a la realidad.

—Pensaba en ti —digo con honestidad—. Pensaba en lo linda que te ves mientras duermes y en el proceso cuando te despiertas —una risita traviesa brota de sus labios carnosos.

—Estás loco —responde sonrojándose mientras se apoya en un codo para verme a la cara—. Nadie se ve lindo mientras duerme, es el peor momento de tu día: te babeas, tu cabello se alborota y dices estupideces en medio de la inconsciencia que luego no recuerdas.

—Y te hace acurrucarte al lado de la persona que amas, y te hace aprovecharte de que está dormida para tocarla sin que se dé cuenta —digo con suficiencia. La veo abrir los labios en protesta y me da un golpe con la almohada que me toma desprevenido.

—¡Oye! —reclamo entre risas—. ¡Eso duele! ¿Qué tiene todo el mundo con lanzarme almohadas? Primero lo hizo Thom, luego Max, y ahora tú.

Katniss me ignora olímpicamente. La veo abrir un cajón y sacar un caramelo de menta y meterlo en su boca, para luego abrir otro e introducirlo en la mía. Vuelve a acostarse a mi lado, y su mano acaricia mi mejilla en patrones irregulares que me relajan hasta ponerme somnoliento de nuevo.

VENCEDORESWhere stories live. Discover now