CAPITULO 15

133 7 17
                                    

Peeta.

Cuando termino de despellejar el último conejo echo la carne en una bolsa y tiro las entrañas de mis presas en otras. Una vez que ordeno lo que llevaré al Quemador subo rápidamente las escaleras de mi casa y voy directo al baño.

Agrego agua a la tina y me desvisto, luego entro en la tina para restregar toda la tierra que tengo incrustada producto de un día agotador de caza furtiva.

Aunque ya no tengo necesidad de cazar, porque soy un vencedor.

Aún me resulta difícil acostumbrarme a esa palabra, quizá sea porque no siento que he ganado nada, al contrario he perdido más de lo que me gustaría admitir.

Extraño mi antigua vida, que aunque estaba llena de limitaciones pero era segura en comparación con esta. Extraño todo: mi tiempo libre, mi privacidad, ir al colegio y sobretodo la extraño a ella.

He tardado meses en admitirlo, pero no hoy. Hoy estoy agotado de sentirme hueco y sin sentido, tal vez por el hecho de que dentro de poco la veré. Volveré a ver a esa chica que ha puesto mi mundo de cabeza y que de la misma forma en que entró a mi vida, se fue.

Me repito que al menos está viva, que eso debería de bastarme, pero no me conformo y me odio por eso. Detesto ser vulnerable por alguien, sobre todo por una chica. Me he dicho que sólo la pienso de continuo porque fue mi aliada, porque ayudó a mi familia a mis espaldas por mucho tiempo, porque estuvimos juntos en unas cuantas clases y porque ahora es mi vecina.

Mi vecina.

Una vecina que no ha hecho más que ignorarme en estos malditos meses, y ni siquiera tengo un indicio de que ha estado haciendo con su vida. Reconozco que antes le seguía la pista, pero ahora ella ha levantado una muralla impenetrable a su alrededor, una que ni siquiera puedo trepar para echarle un vistazo.

Lo peor de todo es que no paro de recordar esos días en la arena, esos besos en la cueva, sus caricias y sus palabras de afecto... Así como las de desprecio.

No hay día que no piense en esa tarde de nuestro regreso. Katniss ya no era la misma conmigo, no estaba esa sonrisa deslumbrante, ni ese brillo especial en su mirada. Fue bastante dura y despectiva en su forma de tratarme, hasta parecía que le daba asco besarme y no la culpo, pero la detesto.

¿Como se atrevió a pedirme que pensara en otra mientras la besaba?; es más ¿Cómo pudo permitirse ella besarme y pensar en otro hombre? Y por si fuera poco tuvo el descaro de restregarlo en mi cara.

No soy idiota, siempre supe que una chica como ella probablemente estaría rodeada de chicos que babearan a su paso, pero de suponerlo a saberlo hay un gran abismo. Por si fuera poco no tengo la más remota idea de quienes han sido los idiotas que han osado en ponerle una mano encima y eso me inunda de celos.

Golpeo la madera de la tina con furia por la impotencia que tengo en estos momentos.

Para colmo debo de añadirle a ese sentimiento otro más perturbador: miedo.

Y ese miedo ya no es por Katniss, sino por el Capitolio; porque nos han dejado tranquilos durante mucho tiempo y ese silencio es angustiante, me hace pensar que sólo es el preámbulo de una tormenta preparada exclusivamente para nosotros, una tormenta que nos hundirá y nos hará añicos hasta que no quede ni la sombra de nuestra existencia.

Cuando termino de ducharme me visto rápidamente con mi ropa nueva y mis zapatillas y me voy a realizar mis antiguos trueques.

Al salir el aire frío de la tarde azota con fuerza mi cuerpo; no es para menos teniendo en cuenta que en cualquier momento terminará el otoño y empezará el invierno; es cuestión de días, quizá de horas para que empiece a nevar.

VENCEDORESWhere stories live. Discover now