0. Prólogo

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— ¿Por qué has vuelto?

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— ¿Por qué has vuelto?

Estaba enfadado y daba vueltas de un lado para otro frente al prisionero, arrastrando los pies descalzos por la alfombra curtida, la mandíbula tensa y los puños tan apretados que notaba las uñas clavándosele en la piel.

Silencio.

El azabache no tenía motivos ni pretendía darle explicaciones a nadie. Se había limitado a aceptar las consecuencias de su regreso sin ofrecer ningún tipo de resistencia, algo a lo que ninguno de ellos estaba acostumbrado y que había hecho saltar las alarmas en la conciencia del jefe tribal.

Este volvió a plantarse con determinación frente al preso mientras hacía un acopio de fuerza de voluntad para dejar al margen sus propios sentimientos. Por mucho que le hubiera gustado, como líder de una de las últimas tribus indígenas que habían sobrevivido a la masacre de los demonios blancos, no podía ignorar su insolencia y su insensatez.

Estaban en guerra y no podía permitirse bajar la guardia.

— Debería estar matándote, no interrogándote— insistió al tiempo que se cruzaba de brazos—. ¿Por qué has vuelto?

Otra vez no hubo respuesta. Se limitaba a dejar que su mirada se perdiera en algún punto indeterminado de la alfombra de piel, con la expresión insondable, las rodillas clavadas en el suelo y las manos atadas al poste que había a sus espaldas, sobre el que se erigía la tienda que los amparaba de la noche.

Naruto dejó escapar una bocanada de aire, agotado e iracundo. No quería golpearlo sabiendo que no se molestaría en defenderse. Tampoco era tan idiota como para creer que hacerlo lo animaría a hablar.

Decidió cambiar de estrategia.

— ¿Por qué la has traído?

Si no lo conociera, hubiera jurado que seguía totalmente ajeno a la conversación. Pero algo en su expresión— quizás la forma con que miraba el suelo— había cambiado, y nada lo enfurecía más que saberse traicionado por los suyos. No iba a permitirlo.

— Sasuke, ahí afuera tengo un puñetero poblado entero que está deseando sacarle las tripas a esa mujer— escupió con el ceño fruncido mientras señalaba la entrada del tipi—. Dame una razón para no hacerlo con mis propias manos.

Estaba lleno de odio y Sasuke lo sabía. Conocía bien aquel sentimiento que iba abriéndose paso en los corazones de la gente, amedrentándolos en un silencio incesante que los cegaba. Alzó la vista para intercambiar una mirada con el rubio y no pudo evitar compadecerse de él cuando reconoció aquella llama asesina en sus ojos. 

Puede que Naruto lograra sellar la paz entre su gente y los ingleses, pero su corazón no volvería a ser el mismo. Tampoco podía culparlo: había visto morir a muchos de los suyos a manos de ellos.

— Es un demonio, Sasuke— declaró con aversión, la impotencia desgarrándole el pecho.

Sasuke negó suavemente con la cabeza.

— No— dijo finalmente—. Es nuestra última esperanza.

 Es nuestra última esperanza

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𝐒𝐚𝐥𝐯𝐚𝐣𝐞 [SasuSaku]Where stories live. Discover now