2. El chico de mirada turquesa

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Viajaron escoltados por un tercio del ejército del asentamiento de Jamestown

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Viajaron escoltados por un tercio del ejército del asentamiento de Jamestown. Sakura, Ino y otras cuatro mujeres más se mecían al ritmo del traqueteo del carromato que las transportaba, ocupadas en preparar vendajes con restos de sábanas y ropa para tener preparado material con el que atender las heridas de los soldados. 

Sakura e Ino, que ya habían ayudado anteriormente en algunos de los hospitales de Londres, enseñaron a sus compañeras cómo zurcir los remiendos, aunque todas dominaban la aguja y sus expertos dedos no tardaron en adaptarse a la tarea. El resto del camino, Sakura observó el paisaje decorado con bosques de álamos y tulíperos, y las praderas verdes que se extendían hasta el horizonte.

Llegaron al último asentamiento que la Compañía de Londres había establecido al noroeste de la costa, el que más se había adentrado hasta el momento en terreno enemigo y que estaba siendo constantemente acosado por los salvajes. El fuerte era mucho más grande y estaba más guarnecido que el de Jamestown, resguardado por trincheras de quince metros que tenían pasarelas sobre las que patrullaban los soldados. Habían instalado cañones con los que habían logrado mantener alejados a las hordas de salvajes que habían intentado destruir el fuerte, y las puertas de la entrada principal estaban revestidas con traviesos de hierro.

— A tu padre le encantará verte— murmuró Ino a su lado para animarla—. ¿Cuánto tiempo lleváis sin veros?

— Tres años.

Ino suspiró y negó suavemente con la cabeza al reconocer el tono desalentado de la chica, la larga melena rubia siguiendo sus movimientos.

— Anima esa cara, Sakura— canturreó al tiempo que la envolvía en un cariñoso abrazo—. Vas a reunirte con él después de tanto tiempo. Podréis volver a abrazaros y os vendrá genial recuperar el tiempo perdido. 

La muchacha sonrió, alentada por las palabras de su amiga. Los nervios y la inseguridad que habían ido aflorando en ella durante el viaje casi le habían hecho olvidar lo mucho que extrañaba a su padre y las ganas que tenía de reencontrarse con él. Le devolvió el abrazo a la rubia y le besó la mejilla a modo de agradecimiento, complacida de tenerla a su lado en un momento como aquel.

La relación que había mantenido con su padre hasta el momento no había sido— ni por asomo— la más entrañable, pero su corazón de niña añoraba la seguridad que le confería una figura paterna que la despidiera por las noches con un beso en la frente y la protegiera de todo aquel pretendiente que planease embaucar a su querida hija y separarla de él.

Y es que Kizashi Haruno había sido— como mínimo— un padre cariñoso, sensible y protector. Si Sakura hubiera tenido que acuñarle algún defecto, habría sido el tiempo que el hombre había permanecido alejado de sus deberes familiares. Aunque ello se debiera a unos motivos laborales más que justificados. Kizashi Haruno, uno de los banqueros más renombrados de Londres, había decidido financiar al ejército inglés para que pudiera desplegar su presencia por el Nuevo Mundo. 

𝐒𝐚𝐥𝐯𝐚𝐣𝐞 [SasuSaku]Where stories live. Discover now