16. Dos extraños a punto de colisionar

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Y allí estábamos

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Y allí estábamos. Yo curándole el dedo y poniéndole una tirita de dinosaurios de colores, mientras él remugaba por el frío que le provocaba la bolsa congelada de guisantes que estaba en el chichón de su cabeza.

— ¡Recórcholis! ¿Cómo se te ocurre incordiar a Hei-Hei?

Noel alzó las cejas.

— ¿No me vas a preguntar por qué me he colado en tu casa? — preguntó extrañado.

— Eres un mequetefrete, pero un mequetefrete valiente. Los cobardes ni siquiera se atreverían a poner un pie en esta habitación — sonreí.

Le estaba mintiendo. En realidad, casi lo había ahogado por el casi ataque de corazón que me había dado. Le hubiera contestado con una de mis míticas frases: "un día se va a poner de moda ser imbécil, y algunos no sabrán que hacer con la fama". Pero sus ojos cansados y su mirada perdida me detuvieron. De alguna manera estuve a punto de decirle: cuídate.

— Me sigues odiando, ¿verdad?

— Me cae bien esa gente que se da cuenta que me cae mal — le pinché con el dedo en el hombro cuándo terminé de curarle la herida. — Y ahora, ¿qué? — Él agachó la cabeza y se pasó la mano por su mata de cabello.

— No sé en qué pensaba, Lena. Sinceramente... — escondió su rostro detrás de sus manos. — ¿Donuts rellenos de flan? — soltó de repente.

¿Había dicho donuts rellenos de flan? Tal vez, el golpe con el secador le había dejado más perjudicado de lo que imaginaba. Tuve la necesidad de poner una mano en su frente para ver si tenía fiebre. Él se apartó inmediatamente.

— ¿Estás delirando, Noel?

— No, no, no. Vamos. Iremos a un sitio — se levantó de golpe de la cama, ganándose varios bufidos de Hei-Hei, quién lo miraba desafiante bajo mi escritorio.

Irónicamente, hay veces que lo más inteligente es hacerse la tonta, así que acepté. No tenía nada que perder, ¿verdad? O, tal vez, era otra mentira que se añadía a mi colección, porqué sí que tenía cosas a perder: sobre todo el día que terminó esta historia que os estoy contando.

— Vístete. — sus labios se curvaron en una mueca burlona. — Si quieres, claro.

¡Mierda, mierda, mierda! Con toda la tensión del momento me había olvidado vestirme y seguía enrollada en mi toalla amarilla de conejos. ¿Siempre nos encontraríamos así? Tuve ganas de borrar esa sonrisa sarcástica de su cara con un chancletazo.

— Esperaba tener una conversación racional, pero parece que no hay nadie alrededor para tenerla — contesté con toda la dignidad que me quedaba.

Cogí un jersey azul de lana con nubes dibujadas y unos pantalones de campana que me iban cómodos, y me dirigí corriendo al baño. Me coloqué bien las gafas redondas. Su estructura metálica me lamió la piel, provocándome un escalofrío. Me sequé el cabello y me hice dos moñitos mal hechos para apartarme el medio flequillo de la cara. ¡Perfecta!

Hasta que dejemos de ser Idiotas ✔️ | EN FÍSICO CON MATCHSTORIESWhere stories live. Discover now