11. La última oportunidad

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El sudor se escurría en mi frente

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El sudor se escurría en mi frente. Renegué y me la limpié con el antebrazo. Estaba practicando ejercicios de lanzamiento y, a pesar que era bastante bueno en baloncesto, no encertaba ni una canasta. Tiré con todas mis fuerzas la pelota hacia las gradas y dejé ir un rugido. Caí de rodillas. Me estaba quebrando. ¿Es posible que alguien roto se pueda romper más?

— ¿Aún sigues aquí? — la voz de Cristian resonó por todo el pabellón. Me sobresalté. — Tienes que prepararte para la fiesta.

Hice una mueca. El día anterior había sido una putísima mierda. Un pinchazo me nublaba los pensamientos; ansiedad: una jaula que te atrapa... Todo iba mal. Había discutido con Jolene. "Trátame bien y te trataré bien; trátame cómo un juguete y te mostraré cómo se juega" había terminado diciéndole. Sinceramente, no me arrepentía. Aunque eso de jugar a ser fuerte ya no era tan divertido.

— No pienso ir — gruñí mientras me levantaba del suelo y me acercaba a Cristian.

— Noel. — puso su mano encima de mi mejilla. La acarició con las yemas de sus dedos. — Estás creando una bola enorme de algo que aún no ha pasado. Déjalo. Respira. Espera. Levántate sin prisas. Inspira. Reponte. La vida; el mundo te espera.

Una sonrisa tímida osciló en su rostro cuándo lo miré. Sin embargo, cuándo me aparté su mirada se oscureció; y hasta su lado oscuro estaba lleno de colores.

— ¿Esta frase no era de una canción de la serie Polseres Vermelles? — pregunté, cambiando de tema.

— Sí. Me gusta ser poético — murmuró Cristian. — Me voy ya. Nos vemos en la fiesta.

No me dio tiempo a despedirme, su sombra ya se había largado. Hice lo que me había dicho: inspiré y exhalé. Fui directamente a las duchas; aún estaban abiertas, pero debía darme prisa. Sólo quedaba media hora para que cerraran las instalaciones del Instituto.

El agua estaba helada; no me importó. Tal vez, de esta manera no rompería mi segunda regla: no mostrar jamás mis sentimientos. Tal vez, recompondría mi coraza de granizo. Aunque me olvidé que el hielo también quema.

"Todo irá bien" me mentí.

Me vestí, cogí todo el equipamiento y fui al aparcamiento. La noche ya había devorado las calles. La luna llena acaparaba el cielo, borrando del mapa las estrellas. Mi hermano decía que la luna está llena por las miradas que se perdieron buscando una respuesta; supe entonces que tenía razón.

Subí a la destartalada moto. Llevaba dos años junto a ella. Era irónico que una pieza de metal me conociera más que la gente que me rodeaba. La encendí y comencé a recorrer las calles. Viernes. Las luces neón de los pubs comenzaban a encenderse; grupos de personas que salían de trabajar se reunían en las terrazas, acurrucados junto a las estufas. Decidí ir por el camino largo. Serpenteé por el paseo marítimo, aceleré cuándo la brisa marina comenzó a acariciarme el rostro.

Hasta que dejemos de ser Idiotas ✔️ | EN FÍSICO CON MATCHSTORIESWhere stories live. Discover now