27. Quién tiene magia, no necesita trucos

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*Os animo a comentar y a seguirme

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*Os animo a comentar y a seguirme. *

Noté un peso encima de mí. Intenté removerme, pero no conseguí levantarme. "¿Dementores, sois vosotros? ¿Habéis venido a por mí?" me lamenté, haciendo referencia a las tenebrosas criaturas que arrebataban las almas en Harry Potter.

— Deja de moverte, pecosa. Quiero dormir — gruñó Noel. Sus labios me hicieron cosquillas en el cuello.

Me asusté. ¡Había olvidado que él seguía allí! Estaba detrás de mí, pegándose a mi trasero. Del sobresalto moví la pierna tan deprisa que le di en la espinilla. Noel, aún adormilado, se quejó herido.

— Atrás, satanás — chillé.

Acto seguido me puse las manos en la boca, no quería que Marcos o Doña Cecile entraran en mi habitación. Esta no tenía pestillo. Sin embargo, no pude salir de bajo sus brazos. Noel me estaba sujetando como si fuera un oso de peluche.

— Lena, hay dos formas geniales para despertarse — refunfuñó. — La primera es con un buen desayuno, me conformo con un café cargado y una tostada de queso. La segunda manera es con un buen polvo.

— ¡Gorrino! ¡Marrano! — contesté dando un manotazo en el aire.

Él me giró con facilidad, dejándonos cara a cara. Incluso dormido y con legañas era atractivo. Qué abominación de persona.

— Así que, como podrás observar ninguna de ellas incluye darme una ostia como si fueras un puto caballo.

— Se llama coz.

— ¿Qué?

— Lo que tu llamas la "ostia" del caballo — dije entre comillas. — Se llama coz.

— ¿Son las ocho de la mañana y ya me estás dando lecciones de vida?

— Primero, son las nueve de la mañana.

— Hora de dormir — dijo remolón apretándome más entre su brazo y su cuerpo.

— Segundo, ¿puedes hacer el santo favor de dejarme levantar? Sino no me haré responsable de tu alopecia instantánea.

— ¿Alo- qué?

— ¡Qué te dejaré calvo! ¡Pelón! Suéltame — dije autoritaria.

Él accedió. Pensé que se levantaría y se iría. Me descolocó cuando cogió la almohada y se la puso encima de la cabeza. La luz le molestaba. Puse los ojos en blanco. Habíamos estado tres semanas sin hablar. Evitándonos. Odiándonos delante de todos, echándonos de menos en secreto. La distancia más larga entre dos personas es el orgullo. Así que seguía en shock que hubiéramos dormido juntos.

Esos 20 días me había refugiado en las vivencias de Ronnie, las sandeces de Oliver y él. Alek. El pelinegro ya era oficialmente un componente más de nuestro grupo de amigos. Ronnie, aún no nos había contado lo que la había impulsado a dejar a Lídia. No estaba preparada. Pero cuando estuvo mejor, decidió que quería conocer a Alek. Así que se había unido a nuestros planes cotidianos; cotillear sobre los últimos rumores en el Central Pork; alimentar a las palomas en el parque laberinto de Horta; quejarnos de la gente de clase, y lamentarnos de la vida. Era divertido estar con ellos. Con el pelinegro.

Hasta que dejemos de ser Idiotas ✔️ | EN FÍSICO CON MATCHSTORIESWhere stories live. Discover now