7- El joven cordero

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¿Qué es peor que no dormir?

La respuesta es sencilla, los monstruos que te esperan al cerrar los ojos, las pesadillas, aquellas que desgarran por dentro tu alma, que te hacen temer, aquellas que te vuelven blanco de las peores desgracias, una presa a la cual su cazador tortura antes de matar.

Y quién podría saberlo mejor que Asa, sus esfuerzos por no dormir son para evitar aquellas pesadillas, las noches son difíciles, sí, y siempre está cansado durante el día, quizás este día le generó más cansancio de lo normal, su vista se veía borrosa y todo a su alrededor se desmoronaba no pudo resistir caer ante el sueño, sin darse cuenta ya estaba en uno de sus mayores temores, en el peor escenario posible.

Asa se encuentra frente a la muerte, y ella lo mira impasible, y con un gran deleite, como si estuviera a punto de saborear un exquisito banquete, sus afilados colmillos va uno a uno, la sangre se esparce alrededor de Asa, cada llanto, cada lamento, los podía escuchar, pero su cuerpo estaba helado, cuando pudo reaccionar estaba en completa soledad, en un rincón mirando cuerpos sin vida esperando a que volvieran a respirar, a que sus voces se escucharan una vez más, pero solo hubo silencio.

El chico se despertó empapado en sudor, su respiración agitada, mira de prisa a sus compañeros verificando que estén bien, y buscando a su vez apoyo, pero ellos duermen profundamente, los ronquidos de Goro son audibles, y Licia que siempre madruga también está rendida en sus sueños.

Asa se sienta en el borde de su cama, con la boca seca, se escucha un sonido distorsionado, casi como si unas voces le llamarán muy a la distancia, Asa les llama los susurros del viento, y los ignora completamente, pues sabe que solo están en su mente, deben ser recuerdos o sus pesadillas que no se marchan ni estando despierto, se levanta de la cama sintiendo la caricia del piso en las plantas de sus pies, con cuidado abre la puerta y se dirige a la cocina en busca un vaso de agua para hidratar su garganta seca y sus labios rotos.

Una presencia le hace sentir escalofríos, al mirar a un rincón de la cocina se halla con unos ojos brillosos, se trata de Cosme, que lo observaba escondido.

Asa no aparta la mirada del chico, pero tampoco le salen palabras.

— ¿Tuviste una pesadilla? — le pregunto Cosme.

— No.

Aun con esto Cosme continuo.

— Yo tuve una, soñé con mi madre — al decir aquello frunció el ceño, aunque aún mantenía una tierna sonrisa en sus labios.

Asa no pudo evitar sentir curiosidad.

–Me cantaba una canción de cuna, mi padre la acompañaba con la melodía del piano y yo sonreía, pero llegó una oscuridad abrumadora, y cuando se hizo la luz, ellos estaban sin vida.

Asa lo miro con sorpresa, sin saber que decir.

— Yo soñé, que todos a mi alrededor morían — comento Asa entrecerrando los ojos.

Ambos se dejaron envolver por el silencio.

— Es curioso, que le tengamos tanto miedo a ver morir a los demás — susurró Cosme.

Asa le volvió a mirar.

— No te has preguntado, si realmente somos especiales, como dice el libro — le cuestionó Asa.

— Creo que está en mi mente, pero alguien más lo haría mucho mejor que yo — respondió Cosme con serenidad, sus ojos perdían aquel hermoso brillo.

— ¿Qué piensas hacer en el juego? — Asa le cuestionó.

— Ayudaré a Percey y a Eriko en lo que quieran — se encogió de hombros —. Al menos puedo confiar en ellos, ¿no?

La profecía de los doceWhere stories live. Discover now