Las Prisiones de Dalsael

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A veinte kilómetros de Alamiea, cercano a un barranco se alzaba un complejo de torres que se alzaban sesenta metros sobre la tierra y llegaban ochocientos debajo de ella. Eran las infames prisiones de Dalsael, donde se aplicaban castigos creativos que solo podrían ser completados por elfos, porque un mortal moriría por la vejez antes de terminar.

Era este el lugar donde los elfos marcados estaban siendo llevados a falta de un recinto mejor.

Anmor estaba encerrado en lo más profundo de la prisión, sentado en una silla frente a una mesa en la que estaba sentado Elinián, acompañado de dos guardias.

—Dime Anmor, ¿Cómo es el Más Allá de los elfos? Después de todo, dices que estuvistes en el por doce años —Cuestionó Elinián, el cual lo estaba interrogando.

—Es un lugar hermoso, el cielo es dorado y en vez de agua hay vino, pero no te puedes embriagar; están los primeros elfos y todos los otros que ya están muertos, además, los bosques y valles son eternos pero cuando quieres buscar a alguien siempre está a cien metros de ti—. Respondió Anmor rememorando con cariño su tiempo en la muerte.

—Mencionaste a los "Dioses de Lexodia", háblame de ellos.

—Morí peleando contra Gil-Garald, eso me hizo ganar un asiento en los salones de Lexodia, colocándome bajo control directo de los dioses de Lexodia. Lexodia está en Darruzal y debido a que soy elfo, las reglas funcionaban de forma distinta conmigo.

—¿Cómo?

—Con un pensamiento podía ir de Darruzal al paraíso élfo.

—Háblame de la marca.

—No sé mucho de ella. Apareció a las semanas de ser traído a la vida.

—Cambiando de tema, ¿Qué sabes del asesinato del Emperador?

—¿¡Qué!? ¿¡Soy un sospechoso!?

—El flechazo que lo asesino vino de los barcos; barcos llenos de soldados altamente entrenados y armados...

—¡ESTO ES INAUDITO! ¡POR MÁS DE TRESCIENTOS AÑOS SERVÍ A LAS ORDENES DE EL EMPERADOR! —Gritó Anmor interrumpiendo a Elinián mientras se levanta de la silla y da un golpe en la mesa.

—...Además se podría destacar que los "dioses de Lexodia" los cuales no deben ser más que demonios pudo haber influenciado a alguno de ustedes para cometer tan hórrido en contra del Emperador y la nación de Elfenheim.

—¿¡CÓMO TE ATREVES!? ¡FUE EL EMPERADOR DAIRANEL EN PERSONA QUIÉN ME DIÓ MIS CARGOS MILITARES Y ORDENÓ QUE FUERA A PROTEGER ISLA LUKAI! ¡EL ES AL QUE JURÉ LEALTAD EN MÚLTIPLES OCASIONES! ¡EL ES...! —Exclamó Anmor rojo de furia, parecía dispuesto a asesinar a Elinián. Los guardias desenfundaron sus armas, las cuales era lanzas.

—¡Sáquenlo de aquí! —Ordena Elinián a los guardias. Poco después el sale de la celda y se dirige a otra torre para compartir sus teorías sobre el asesinato.

Elinián camina con rapidez. Sus ropas blancas como la sal reflejan la luz de forma que lástima a los ojos verla directamente. En su rostro se marcaban profundas ojeras por falta de sueño, el asesinato de un emperador elfo era algo sin precedentes y mucho menos el de uno sin descendientes.

En lo alto de una de las torres más lejanas estaba por tener lugar una reunión en la que solo Elinián hacía falta para poder empezar.

En solo doce minutos, Elinián llegaba al lugar acordado y cerraba la puerta tras entrar. Allí lo estaban esperando Elmir, Mariala, Ladier y otros dos, llamados Angal y Bariel. Estaban sentados alrededor de una mesa rectangular en lo que era un comedor pequeño que se había reservado.

—¿Qué sabe Anmor? —Cuestiona Angal apenas Elinián entra.

—Es inocente. Aún se refiere al emperador en presente, continua en shock por el homicidio—Contesta Elinián tomando asiento—. No obstante, obtuve bastante información sobre los demonios de Lexodia.

—¿Demonios? —Duda Ladier.

—Estoy seguro de que los llamados dioses son demonios del más alto poder—Reitera Elinián.

—Y estos "demonios" como los llamas... —Comienza diciendo Bariel en un tono burlón.

—¡Lo son! —Interrumpe Elinián, colocando los brazos sobre la mesa.

—...Fueron capaces de poseer a un soldado a practicamente un continente de distancia y cometer homicidio.

—Las marcas en sus cuerpos son la consecuencia de algún trato que realizaron a cambio de volver a la vida.

—En cualquier caso, muchos de los prisioneros, como el comodoro Ylireandul, son personas famosas y muy queridas que no podemos mantener encerradas sin crear una mala impresión del gobierno— Interviene Ladier en un intento de apaciguar la reunión.

—¡No podemos liberar a elfos que hicieron pactos con demonios! —Protesta Elinián.

—No creo que hayan sido los soldados —Opina Elmir, hablando por primera vez en toda la reunión.

—¿¡Ah!? ¡El disparo vino del barco! ¿Quién más pudo haber sido? —Cuestiona Mariala confundida.

—La flecha que asesinó al emperador es de las que usa el ejército, sin embargo, por la color de la punta se puede determinar que la flecha es de producción reciente, un tipo a la que los soldados no tenían acceso, por que no estaban en el continente—Explica Elmir su punto en detalle—. Alguien quizo que la culpa recayera en los soldados.

—¿Y por qué no compartes esa información hasta ahora? —Inquiere Angal, analizando a Elmir con la mirada.

—Es de mala educación interrumpir a los superiores de uno, por lo que esperé hasta mi oportunidad de intervenir.

—Los demonios han de ser muy poderosos... —Comenta Elinián en un suspiro.

—¡QUE NO SON DEMONIOS VIEJO LOCO! ¿¡QUÉ NO TE DAS CUENTA DE QUE INTENTARON CULPAR AL EJÉRCITO!? ¡ESTO FUE POR POLÍTICA! —Reclama Bariel entre insultos.

—No levantes tu voz conmigo —Advierte Elinián—. Sabes que tengo conexiones en el imperio.

—¿Me amenazas?

—Si tu lo vez como una amenaza.

—¡Tranquilos! ¡Tenemos que resolver un homicidio! —Vuelve a interrumpir Ladier—. ¡Tal vez no hayan sido demonios, pero no es excusa para perder los estribos!

La reunión terminó poco después con resultados poco sastifactorios. Elinián fue directo a un altar en el que era la máxima autoridad para organizar sus ideas.

—Elmir... Bariel... Ladier —Murmuró Elinián mientras anotaba sus nombres en una lista en la que su nombre rezaba "Infiltrados de los Demonios de Lexodia en el gobierno".

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