Capítulo 13

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'Epilogo'

Grecia, Athenas – Santuario.

Octubre, 22 de 1758

La brisa suave del medio día recorría el prado de hierva haciéndolo parecer el oleaje de un mar verde, transmitiendo tranquilidad a todos los que por allí pasaran.

Una ligera melodía podía escucharse claramente mientras los presentes observaban atentamente a una niña de largos cabellos canela armar delicadamente una corona de hojas entremezcladas con algunas flores silvestres mientras ellos intentaban repetir la acción con variantes resultados.

"Ah" un suspiro de pesadez irrumpió en el silencio del pequeño grupo, llamando la atención de los ocho niños presentes.

"¿Qué sucede, Narella-chan?" indagó Selen, dejando su corona en su regazo dirigiendo su mirada avellana hacia la única otra niña del grupo, esperando pacientemente a que esta respondiera.

"No soy muy buena para esto" murmuró decaída la pequeña de cabellos caoba y ojos rojizos observando críticamente su pobre intento de hacer una corona de flores y hojas.

"No esta tan mal" Krest opinó luego de mirar con ojo critico el trabajo de su amiga, sus largos mechones verdes casi podían confundirse con la vegetación de los alrededores mientras que sus ojos grises perla mostraban una inteligencia aguda que no iba muy acorde con un niño de su edad, aunque debido a quien era su padre no era de esperarse nada menos. "Creo que solo te falta un poco de practica"

"¿Puedo verla?" la mayor de los reunidos pidió con amabilidad, tomando la corona en sus manos delicadas para examinarla antes de devolvérsela a la chiquilla. "Krest tiene razón, no esta mal solo debes practicar un poco y estoy segura de que lo lograras sin problemas" le sonrió cálidamente a la menor.

"¿Tu crees?" indagó titubeante, pero con un poco más de ánimo al pensar que sus pobres labores manuales podían mejorar.

"Sin duda alguna" asintió la mayor siendo secundada por los otros a su alrededor.

"¡No te preocupes seguro que pronto lo lograras!" Aily la animó manteniendo su mirada fija en su propia corona de flores, soplando distraídamente un rizo blanco de su rostro.

"¡Selen!" dos voces a coro llamaron nuevamente la atención de los chiquillos allí reunidos, quienes al voltear se encontraron con dos caritas idénticas sonriendo ampliamente.

"Ilias, Alerian, ¿Qué tienen allí?" preguntó la hija mayor del Santo de Sagitario, ladeando la cabeza ligeramente hacia la izquierda mientras observaba al par de niños de cuatro años pararse frente a ella con sus manos escondidas tras sus espaldas.

"¡Un regalo para Selen!" corearon nuevamente como muchas veces tendían a hacer, para seguidamente extender sus manitos y entregarle un montón de flores de todos los colores.

"Oh, muchas gracias" sonriendo cariñosamente a sus hermanitos ella las tomó en sus manos para ponerlas a un lado y abrir sus brazos de modo que los gemelos se arrebujaron contra ella en un abrazo cálido, para después irse nuevamente a merodear el claro persiguiendo insectos todo bajo la aguda supervisión del Santo Dorado de Aries, quien en ese momento era el guardián designado al cuidado del grupo.

"Eiji-kun, ¿está realmente bien que estés aquí?" inquirió Selen una vez sus hermanos se habían alejado, volteando su cabeza de modo que pudo ver al niño de cortos cabellos negros y ojos carmesí quien muy calladamente estaba armando su propia corona de flores rojas.

Al instante la mirada carmesí saltó a la avellana, con una expresión impasible sin duda heredada de ambos padres quienes eran conocidos por siempre permanecer estoicos frente a todo. Y aunque muchos estuvieron sorprendidos cuando El Cid de Capricornio frecuentó la compañía de la extranjera japonesa conocida como Mine quien se convirtió en la principal herrera de las cercanías del Santuario, nada los preparó para el shock cuando la pareja más singular anuncio que tendrían un hijo.

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