Capítulo 5

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'Wings and Tales'

Grecia, Athenas – Santuario.

Septiembre, 23 de 1749

Su mirada azul índigo leía el informe que El Cid habían enviado detenidamente ponderando para sus adentro cuánto tiempo más tomaría sacar a la luz y eliminar cada rama de la Organización de Nero que los Santos Negros manejaban desde hacía algunos años, pero por cada reporte que el Caballero de Capricornio remitía y la cuenta aumentaba, se preguntaba si no estaba tratando con una Hidra casi imposible de derrotar.

"¿Algo perturba tu mente?" inquirió calmadamente Shion al ver que el hombre que era su mano derecha fruncía el ceño con la mirada fija en el papel que ya leía por más de diez minutos, mientras el mismo revisaba el informe semanal de las Vestales preguntándose si realmente eran tan inútiles las nuevas integrantes que fueron enviadas a servir al Santuario, pero conociendo a la Vestal Madre provisional, probablemente lo eran. Iba a tener que hablar con Nerys pronto o arriesgarse a un motín por parte de la mujer de mirada violeta.

El Sagitariano parpadeó dejando de lado sus oscuros pensamientos, para observar a su superior dejar de lado un pergamino que tenía el sello oficial de las Vestales para dirigir su atención completamente hacia su persona. Con un suspiro pasó una mano por sus cortos mechones canela, haciéndole entrega de la carta para que el Pope pudiera verlo por sí mismo.

Curioso, el rubio tomó la hoja y al posar sus ojos rojizos en esta, reconoció al instante la letra de su otro compañero de pelea.

"Ah" asintió al terminar de leer la breve letra. "Ha destapado una más de las guaridas secretas de Nero, con esta ya son dos en lo que va de este mes" masajeó el puente de su nariz al escanear nuevamente en los problemas que eso acarrearía si dejaban, aunque fuera uno solo sin destruir.

"Y ya tiene una posible ubicación de otra guarida" apretó sus labios en una fina línea antes de mirar a los ojos al Lemuriano. "Es como una Hidra... cortas una cabeza y aparece otra"

"Desafortunadamente, así parecen estar las cosas" asintió algo estresado por todo lo que había que hacer y contemplar las cosas que estaban fuera de su control inmediato le estaba provocando una migraña. "Lo único que me conforta por las noches es saber que El Cid no se detendrá hasta estar completamente seguro de haberlos erradicado enteramente"

"Estoy de acuerdo" fue todo lo que dijo, antes de proseguir a leer el siguiente papel, pero una risita los interrumpió.

"¡Ciao!"

La vista de ellos se dirigió a la pequeña de cabellos de ébano y ojos azul violáceos que estaba parada en la entrada de la oficina saludándolos con ambas manitas.

"¿Mellea, que haces aquí? ¿Dónde están tus padres?" preguntó el Pope frunciendo el entrecejo por un momento antes de sonreírle a la nena.

"Casa" dijo ella animadamente corriendo para abrazar las rodillas del castaño quien le palmeó suavemente la cabeza con una sonrisa amable antes de ir alrededor del escritorio y subirse algo torpemente al regazo del Patriarca. "¡Jugar ya! ¡Amos, amos, parakaló!" prácticamente rogó con sus grandes ojos y sus manitas juntas bajo su barbilla, luciendo adorable e inocente al mismo tiempo.

El rubio negó resignado echando un vistazo al papeleo que aún le quedaba por hacer y de nuevo a la niña quien esperaba impacientemente a que accediera a su deseo, con una fingida mirada de sufrimiento hacia su compañero, se levantó con la infante en brazos sabiendo que de lo contrario la nena se quedaría con ellos y uno de los dos necesitaba completar al menos la mitad del trabajo para no verse sobrecargados en los días siguientes.

Golden FeatherWhere stories live. Discover now